Galatians 6

Consejos y amonestaciones

1Hermanos, Si alguien fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales enderezad al tal con espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado
1. Con espíritu de mansedumbre: Pues cuando el pecador, dice S. Jerónimo, conociendo su llaga se entrega al médico para ser curado, entonces no es necesaria la vara, sino el espíritu de dulzura (Jn. 6, 37). Lo que ejecutaréis sin duda, añade S. Agustín, si reflexionáis que sois del mismo barro y que estáis expuestos a las mismas tentaciones y caídas. Véase lo indicado por Jesús en Mt. 18, 15 ss. Cf. 2 Co. 2, 5 y nota.
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2Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la Ley de Cristo
2. Basta recordar las palabras que Él dijo: “El precepto mío es, que os améis unos a otros, como Yo os he amado a vosotros” (Jn. 15, 12). ¿Y cómo nos amó Él? “Cargará con las iniquidades de ellos... llevaba sobre sí los pecados de todos e intercedía por los pecadores” (Is. 53, 11 s.).
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3Pues si alguien piensa que es algo, él mismo se engaña en su mente, siendo como es nada
3. Terminante afirmación de que todo hombre es nada. Peor aún, “ningún hombre tiene de propio más que la mentira y el pecado”, dice el segundo Concilio Arausicano (Denz. 195), pues la imagen y semejanza de Dios se perdió por el pecado original, y solo la recupera en Cristo el hombre que renace de Él por el agua y por el Espíritu (5, 16; Jn. 3, 5), para lo cual es necesario negarse a sí mismo (Mt. 16, 24; Lc. 9, 23). Todo el horrible daño que la fe ha sufrido del orgullo humano le viene del olvido de esta doctrina elemental (Jn. 2, 24 y nota). Por donde quien creyese que el cristiano ha de ser un hombre orgulloso de sus cualidades personales, iría directamente contra la doctrina del santo Apóstol, pues la nada nunca puede estar orgullosa. Y si se trata de lo que hemos recibido por gracia de Cristo, no es sino mayor motivo para humillarnos, como hace la Virgen Santísima en Lc. 1, 48, pues de lo contrario se opondría también al Apóstol que dice: “¿Qué tienes tú que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieses recibido?” (1 Co. 4, 1).
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4Mas pruebe cada cual su propia obra, entonces el motivo que tenga para gloriarse lo tendrá para sí mismo solamente, y no delante de otro. 5Porque cada uno llevará su propia carga. 6El que es enseñado en la Palabra, comparta todos los bienes con el que le instruye
6. Véase Rm. 16, 27; 1 Co. 9, 11; 2 Co. 8, 13 y nota.
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7No os engañéis: Dios no se deja burlar: pues lo que el hombre sembrare, eso cosechará. 8El que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción; mas el que siembra en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. 9No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos. 10Por tanto, según tengamos oportunidad, obremos lo bueno para con todos, y mayormente con los hermanos en la fe
10. Si toda verdadera caridad con el prójimo consiste en amarlo por amor de Cristo, es perfectamente comprensible que amemos más a los que son sus amigos. Cf. Si. 12, 1 ss. y notas.
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EPÍLOGO

11Mirad con qué grandes letras os escribo de mi propia mano
11. Lo que sigue, lo escribió el Apóstol de propio puño y aun hace notar que lo hace en grandes letras como para dar más relieve a ese pasaje que es una recapitulación de toda la carta. Véase 5, 9 y nota.
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12Todos los que buscan agradar según la carne, os obligan a circuncidaros, nada más que para no ser ellos perseguidos a causa de la cruz de Cristo. 13Porque tampoco esos que se circuncidan guardan la Ley, sino que quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse ellos en vuestra carne. 14Mas en cuanto a mí, nunca suceda que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo para mí ha sido crucificado y yo para el mundo. 15Pues lo que vale no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva creatura
15. Nueva creatura en Cristo, transformada por la gracia de siervo en hijo (5, 6; 2 Co. 5, 17; Jn. 3, 3). La Palabra tiene en ello, según Jesús, una parte esencial. Véase Jn. 15, 3 y 15; 6, 36; 8, 31 s.; 17, 17. Cf. Rm. 1, 16; St. 1, 21; 1 Pe. 1, 23.
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16A todos cuantos vivan según esta norma, paz y misericordia sobre ellos y sobre el Israel de Dios
16. El Israel de Dios: Concordante con lo dicho en el v. anterior sobre la nueva creatura, S. Pablo alude aquí a los que circuncidan su corazón y no su carne (Rm. 2, 29) y tienen la fe que tuvo Abrahán aun antes de ser circuncidado (Rm. 4, 12). Son, pues, todos los hijos de la promesa (4, 23), por oposición al Israel según la carne (1 Co. 10, 18; Rm. 9, 6-8); y los que por la fe en Jesús fueron hechos hijos de Dios (Jn. 1, 13). S. Pablo los menciona aquí junto a los gentiles cristianos de Galacia, a quienes escribe, como recordando a estos que, no obstante cuanto les deja dicho contra los judaizantes, no se refiere a aquella parte fiel que formó el núcleo primitivo de la Iglesia de Dios, el olivo en que se hizo el injerto de los gentiles (Rm. 11, 17 ss.), Cf. Ef. 3, 6.
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17En adelante nadie me importune más, pues las señales de Jesús las llevo yo (hasta) en mi cuerpo. 18“La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén
17. Recuerda, como dice S. Crisóstomo, las señales que dejaron en su cuerpo las heridas y golpes recibidos en las persecuciones. Por lo cual la autenticidad de su misión, tan evidente por su espíritu y por su ciencia de Dios (Ef. 3, 4), resultaba confirmada por esos signos exteriores de la persecución, que es el sello del verdadero apóstol (1 Co. 4, 9 ss.; 2 Co. 4, 11; 2 Tm. 3, 12, etc.). Muchos comentadores creen que S. Pablo llevaba los estigmas de Cristo, como más tarde S. Francisco de Asís, pero no parece ser este el sentido del texto, y, como bien expresa Fillion, la palabra estigma, o marca de fuego llevada por los esclavos como señal indeleble del amo a que pertenecían, “nada tiene aquí de común con el fenómeno místico y patológico que se designa con tal nombre desde la edad media”.
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