Hebrews 2

Exhortación a la perseverancia en la fe

1Por lo cual debemos prestar mayor atención a las cosas que (ahora) hemos oído, no sea que nos deslicemos
1. De lo dicho en el cap. 1 el Apóstol brinda, como fruto espiritual, esta recomendación que fluye de la superioridad de los nuevos misterios sobre los antiguos, tema que desarrollará en los capítulos siguientes.
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2Porque si la palabra anunciada por ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió su justa retribución
2. La palabra anunciada por ángeles: La Ley del Antiguo Testamento. Cf. Hch. 7, 53; Ga. 3, 19.
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3¿cómo escaparemos nosotros si tenemos en poco una salud tan grande? La cual habiendo principiado por la Palabra del Señor, nos fue confirmada por los que la oyeron; 4dando testimonio juntamente con ellos Dios, por señales, prodigios y diversos milagros y por dones del Espíritu Santo conforme a su voluntad. 5Porque no a ángeles sometió Él el orbe de la tierra venidero de que estamos hablando
5. Cf. v. 8; 1, 6 y nota; 1 Co. 15, 25.
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6Mas alguien testificó en cierto lugar diciendo: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites?
6 ss. Alguien: David, en Sal. 8, 5-8, donde este texto, según el hebreo, presenta otros matices que señalamos en las notas respectivas. S. Pablo lo cita según los LXX y lo aplica a Cristo. Lo rebajaste (así también Pirot y otros); cf. 1, 4; Fil. 2, 7 y notas.
7Lo rebajaste un momento por debajo de los ángeles; lo coronaste de gloria y honor, y lo pusiste sobre las obras de tus manos; 8todo sujetaste bajo sus pies”. Porque al someter a Él todas las cosas nada dejó que no le hubiera sometido. Al presente, empero, no vemos todavía sujetas a Él todas las cosas
8. S. Pablo explica que la omnímoda potestad que pertenece a Jesús no se ejerce ahora plenamente. Es que Jesús anunció que la cizaña estaría mezclada con el trigo hasta el fin del siglo (Mt. 13, 38-43), no obstante hallarse Él desde ahora coronado de gloria a la diestra del Padre, como lo dice en el v. 9. Cf. 1, 5; Sal. 109, 1 y 3; Lc. 20, 25; Jn. 18, 36; Rm. 1, 4; 1 Co. 15, 25.
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9pero sí vemos a Aquel que fue hecho un momento menor que los ángeles: a Jesús, coronado de gloria y honor, a causa de la pasión de su muerte, para que por la gracia de Dios padeciese la muerte por todos.

Jesús “consumado” por los padecimientos

10Pues convenía que Aquel para quien son todas las cosas, y por quien todas subsisten, queriendo llevar muchos hijos a la gloria, consumase al autor de la salud de ellos por medio de padecimientos. 11Porque todos, tanto el que santifica, como los que son santificados, vienen de uno solo, por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12diciendo: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea cantaré tu alabanza”
12 s. Cf. Sal. 21, 23; 2 Sam. 22, 3; Sal. 17, 3; Is. 8, 18.
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13Y otra vez: “Yo pondré mi confianza en Él”. Y de nuevo: “Heme aquí a mí y a los hijos que Dios me ha dado”. 14Así que, como los hijos participan de sangre y carne, también Él participó igualmente de ellas, a fin de que por medio de la muerte destruyese a aquel que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librase a todos los que, por temor de la muerte, durante toda su vida estaban sujetos a servidumbre. 16Porque en manera alguna toma sobre sí a los ángeles, sino al linaje de Abrahán
16. “No solamente asumió Cristo la naturaleza humana, sino que, además, en un cuerpo frágil, pasible y mortal, se ha hecho consanguíneo nuestro. Pues si el Verbo se anonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo (Fil. 2, 7), lo hizo para hacer participantes de la naturaleza divina a sus hermanos según la carne, tanto en este destierro terreno por medio de la gracia santificante cuanto en la patria celestial por la eterna bienaventuranza” (Encíclica de Pío XII sobre el Cuerpo Místico de Cristo).
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17Por lo cual tuvo que ser en todo semejante a sus hermanos a fin de que, en lo tocante a Dios, fuese un sumo sacerdote misericordioso y fiel para expiar los pecados del pueblo
17. Por disposición de Dios el Hijo se humilló, asemejándose a nosotros para hacerse Mediador entre Dios y los hombres. Solo de esta manera pudo ser el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, es decir, nuestro Redentor.
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18pues, en las mismas cosas que Él padeció siendo tentado, puede socorrer a los que sufren pruebas
18. Difícilmente podría darse un motivo y argumento más concreto para confiar en la protección de Jesús, aun en todas las pruebas temporales. Por lo cual nos exhorta S. Crisóstomo: “Quien se deja agobiar por el dolor y pierde el ánimo en las pruebas, no tiene gloria; quien abrumado por la vergüenza se esconde, no tiene confianza”. Cf. 3, 6; 4, 15; 7, 19; Col. 1, 23 y notas.
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