Psalms 93

Dios, vengador de los suyos

1
1. Veinte opiniones diversas, dice Fillion, se han formado entre los que niegan el origen davídico de este Salmo, que es un recurso a Yahvé contra los inicuos opresores de Israel. Preferimos seguir la indicación de los LXX, que lo atribuyen a David, reconociendo con Teodoreto que es un vaticinio de tiempos futuros, como lo son tantos otros de los Salmos davídicos. En cuanto trata de la fugaz prosperidad de los soberbios y el triunfo final dado por Dios a los humildes y débiles, coincide con los Salmos 36, 48 y 7-2, poniendo especialmente el acento contra los abusos de los que detentan la autoridad (cf. versículo 20).
¡Oh Dios vengador, Yahvé,
Dios de las venganzas, muéstrate!
2Levántate, glorioso, oh Juez del mundo;
da a los soberbios lo que merecen.
3
3 s. Véase Salmos 30, 18; 65, 5 y notas. Cf. Judas, 15.
¿Hasta cuándo los malvados, Yahvé?
¿Hasta cuándo los malvados triunfarán,
4proferirán necedades con lenguaje arrogante,
se jactarán todos de sus obras inicuas?
5
5. Tu heredad: Israel. Como María en Caná (Juan 2, 3), la oración expone simplemente a Dios la angustia del pueblo, seguro de que su Corazón no necesita más. Cf. versículo 14.
Oprimen a tu pueblo, Yahvé,
y devastan tu heredad;
6
6. El salmista defiende a los débiles, porque ellos son los privilegiados del amor de Dios (Salmos 67, 6; II Macabeos 8, 28; Santiago 1, 27). Cf. las quejas de los profetas en Isaías 1, 23; Jeremías 5, 28; Ezequiel 22, 7; Amós 4, 1, etc.
asesinan a la viuda y al extranjero,
y matan a los huérfanos.
7
7. No lo ve: “Tu paciencia, Señor, que les esconde tu justicia, los lleva finalmente a la incredulidad, porque no pueden comprender que Tú veas y no castigues” (Anónimo francés del siglo XVIII). Cf. Salmos 63, 6; 72, 11; Job 22, 13; Eclesiástico 16, 16; Sofonías 1, 12.
Y dicen: “El Señor no lo ve,
el Dios de Jacob nada sabe.”
8
8 ss. Habla a los prepotentes, cegados por el orgullo; mas la admonición puede servir también a las víctimas que desconfían del divino auxilio. Cf. Isaías 66, 9.
Entendedlo, oh necios entre todos;
insensatos, sabedlo al fin:
9Aquel que plantó el oído ¿no oirá Él mismo?
Y el que formó el ojo ¿no verá?
10
10. Vemos aquí que Dios es también juez de las naciones y no solo de los individuos. Cf. Joel 3, 1 ss. y notas; Mateo 25, 31 s. Las palabras entre paréntesis restablecen, según lo propuesto por varios modernos, el sentido y el paralelismo en este pasaje, muy diversamente vertido.
El que castiga a las naciones
¿no ha de pedir cuentas?
Aquel que enseña al hombre
¿(no tendrá) conocimiento?
11
11. ¡Una cosa vana! Así literalmente. Otros vierten: un soplo (cf. Salmo 91, 6 y nota). San Pablo cita este versículo en la primera Epístola a los Corintios (3, 20), cuyos cuatro primeros capítulos son la más elocuente refutación y condenación que existe de la suficiencia humana, ¡Cuántos libros de pretendidos pensadores y de falsos profetas se habrían podido evitar mediante aquel monumento de doctrina cristiana que nos enseña a hacernos necios para ser sabios! Véase Job 5, 13; Sabiduría 9, 13 s.; Isaías 40, 23; Romanos 1, 22; 3, 4 y 27; Gálatas 1, 12; Salmo 115, 2; Colosenses 2, 8; I Tesalonicenses 5, 21; I Juan 4, 1; Mateo 7, 15 ss.).
Yahvé conoce los pensamientos de los hombres:
¡son una cosa vana!
12
12. Tu Ley: Otros vierten: tu enseñanza. Ley está en el sentido lato, como en el Salmo 118, y no se trata solamente de los diez mandamientos, sino de las incalculables lecciones de sabiduría que nos ofrece la Palabra de Dios, Cf. Salmo 118, 99 s.; Eclesiástico 24, 39 y nota. Sobre esta bienaventuranza, que contrasta diametralmente con el versículo anterior, cf. Lucas 11, 28; Apocalipsis 1, 3; Salmo 1, 1 ss. y nota.
Dichoso el hombre
a quien Tú educas, oh Yah,
el que Tú instruyes mediante tu Ley,
13
13. He aquí la grande y rara sabiduría con que Dios favorece a los que en Él confían: saber esperar sin turbación del ánimo hasta que suene la hora que solo Él conoce. Cf. Salmo 36, 1 ss.
para darle tranquilidad
en los días aciagos,
hasta que se cave la fosa para el inicuo.
14
14 s. Muestra el salmista que Israel no debe desesperar nunca en ese estado de persecución que para él es endémico (Calès), porque cuenta con promesas divinas que no pueden fallar y “los dones y vocación de Dios son inmutables” (Romanos 11, 29). Cf. Deuteronomio 9, 27-29; 30, 1 ss.; Nehemías 1, 8 ss.; Romanos 11, 2, etc. En el versículo 15 anuncia una reforma de la vida conforme a las leyes de la justicia divina, con la cual ‘triunfarán los de recto corazón’ (Rembold). Cf. Salmo 71, 12 s. y nota; Isaías 65, 17; 66, 22; II Pedro 3, 13.
Puesto que Yahvé no desechará a su pueblo,
ni desamparará su heredad,
15sino que volverá a imperar la justicia,
y la seguirán todos los rectos de corazón.
16
16. Claramente se nos enseña aquí que si somos perseguidos injustamente no busquemos consuelo en los hombres, pues no hemos de hallarlo. El segundo hemistiquio condena la cobardía y respeto humano. Cf. Apocalipsis 21, 8; Mateo 13, 21; 11, 6; Juan 16, 1 ss.; Romanos 9, 33; Lucas 9, 26.
¿Quién se levantará en mi favor
contra los malhechores?
¿Quién se juntará conmigo
para oponerse a los malvados?
17
17. Esto, contrastando con el versículo anterior, es lo que produce en el ánimo de David ese sentimiento exquisito, tan propio de él y tan envidiable, que él hablando con Dios llama “la alegría de tu salvación” (Salmo 50, 14). Es la alegría del niño, pura y plena, que parecería audaz e insensata en esta vida llena de peligros y que sin embargo no comporta la menor presunción, pues la confianza en que reposa no se funda para nada en suficiencia propia, ni en otros hombres, sino enteramente en ese sostén gratuito y universal que el niño espera de su padre porque sabe que es amado y no porque lo merezca. Por eso David llama a esto alegría “de tu salvación”, porque no podría concebirse sino en quien tiene la felicidad de contar infaliblemente con su salvador (cf. versículo sig. y nota).
Si Yahvé no estuviese para ayudarme,
ya el silencio sería mi morada.
18
18. ¡Doctrina de consuelo incomparable para los pequeños! Apenas me confieso a mí mismo que soy incapaz vuela a socorrerme toda la fuerza del Padre omnipotente (Isaías 66, 2; II Corintios 3, 5). ¡Todo lo contrario del que confía en sí mismo! ¿Qué tratado teórico, sea filosófico o doctrinal, podría compararse a esta enseñanza viva? Cualquiera, aun el más párvulo, y este mejor que nadie (Lucas 10, 21), puede entender la lección que aquí se enseña de confianza en la realidad sobrenatural que, más que explicaciones técnicas, necesita ser creída simplemente, como un hijo cree a su padre. Tal es el valor educativo de la Palabra de Dios.
Cuando pienso: “Mi pie va a resbalar”,
tu misericordia, Yahvé, me sostiene.
19
19. Véase Salmo 89, 13 y nota. Entre esos consuelos el primero consiste en saber esta doctrina infinitamente consoladora, que es la misma expuesta por San Pablo en II Corintios 1. La “perfecta alegría” que se cuenta de San Francisco (“Florecillas” parte 1, capítulo 7) no consistía en el hecho exterior de que lo recibiesen mal y le negasen hospitalidad en una noche lluviosa. Consistía en el hecho interior de poder conservar el corazón alegre a pesar de cualquier hecho exterior.
Cuando las ansiedades se multiplican
en mi corazón,
tus consuelos deleitan mi alma.
20
20. ¿Acaso serías tú cómplice del impío tribunal que sanciona injusticias en forma legal? ¡Formidable denuncia, aplicable a los jueces prevaricadores de todos los tiempos! Véase los Salmos 57 y 81 especialmente dedicados a ellos. La sede (así también Vaccari) expresa un concepto más amplio que el de tribunal, pues en realidad se extiende a todos los que abusan del poder (cf. Salmo 52 y notas). La imprecación recuerda las de Jesús contra los fariseos, escribas y doctores de la Ley (Mateo 23, 14 ss.; Lucas 11, 39 ss.), que pretendían obrar en nombre de Dios mientras reprobaban y condenaban a su Hijo Jesús. Cf. Salmo 108, 7; I Reyes 14, 32 ss.; Juan 16, 2; III_Juan 9 ss.
¿Podrá tener comunidad contigo
la sede de la iniquidad,
que forja tiranía bajo apariencia legal?
21Asalten ellos el alma del justo,
y condenen la sangre inocente;
22mas Yahvé será para mí una fortaleza,
y el Dios mío la roca de mi refugio.
23
23. Nada más confortante que esta segura esperanza de la justicia que un día llegará. Cf. Salmos 7, 17 s.; 67, 2; 88, 11; 91, 10, etc.
Él hará que su perversidad
caiga sobre ellos mismos;
y con su propia malicia los destruirá,
los exterminará Yahvé, nuestro Dios.
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