‏ 2 Samuel 22

Cántico de David

1
1. Este cántico, llamado de la Roca (versículo 3), se considera como testamento del anciano rey. Coincide con el Salmo 17 del Salterio, menos algunas variantes, y va, como aquel, más allá de los acontecimientos de la vida de David. El Rey Profeta habla aquí con espíritu profético, como figura de Jesucristo y también, en sentido apocalíptico, de la segunda venida de Cristo (cf. Apocalipsis capítulo 19).
Cantó David a Yahvé las palabras de este cántico, cuando Yahvé lo hubo librado de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl.
2Dijo:

“Yahvé es mi Roca,

mi fortaleza y mi libertador;

3
3. Cuerno de mi salvación: No nos escandalicemos de esta imagen, que es muy bíblica. “Esta metáfora, tomada del arma defensiva y ofensiva de los animales cornudos para significar fortaleza, poder, protección, pudiera traducirse parcialmente en nuestro idioma por yelmo o casco protector” (Prado, Salterio Salmo 17)
Dios es mi Roca,

a Él me acojo;

Él es mi escudo

y el cuerno de mi salvación,

mi alto amparo, mi asilo.

¡Salvador mío!

Tú me libraste de la violencia.

4Clamé alabándole, a Yahvé,

y quedé salvo de mis enemigos.

5Ya me cercaban las ondas de la muerte,

me aterraban torrentes perniciosos;

6
6. Scheol: lugar de los muertos; aquí sinónimo de muerte.
ya me rodeaban las sogas del scheol,

y me amenazaban los lazos de la muerte;

7cuando en mi angustia clamé a Yahvé,

invoqué a mi Dios;

y Él desde su templo oyó mi voz,

y mi clamor llegó a sus oídos.

8
8 ss. Describe gráficamente, bajo la imagen de una tempestad, la ira de Dios que ha quebrantado la fuerza de los enemigos de David En Salmo 96, 3 se describe en forma semejante la Parusía de Cristo. Esta ira sublime con que Dios acude misericordiosamente en socorro de David, nos muestra lo que será “la ira del Cordero” en el gran día del juicio (cf. Apocalipsis 6, 16 s.; 19, 11 ss.).
Se conmovió y tembló la tierra,

vacilaron los cimientos de los cielos,

temblaron, porque se inflamó su ira.

9Subía humo de sus narices,

y fuego devorador de su boca;

ascuas encendidas salían de Él.

10E inclinó los cielos y descendió,

teniendo espesa nube bajo sus pies.

11
11. Los querubines son el trono de Yahvé y le sirven de carroza. Véase en Éxodo 25, 18 ss. la descripción de su imagen. Cf. Salmo 79, 2; Ezequiel 1, 4 ss.
Subió sobre un querubín y voló,

apareció sobre las alas del viento.

12Puso en torno suyo tinieblas por velo,

masas de aguas, densos nubarrones.

13Al fulgor que le precedía

se encendieron ascuas de fuego.

14Tronó Yahvé desde el cielo,

el Altísimo hizo resonar su voz.

15Disparó saetas y los dispersó,

rayos, y los consternó.

16Entonces apareció el fondo del mar

se descubrieron los cimientos del orbe

ante la voz increpadora de Yahvé,

ante el resuello del furor de su ira.

17Extendió su mano desde lo alto,

me tomó y me sacó de grandes aguas.

18Me libró de mi feroz enemigo,

de los que me aborrecían,

porque eran más fuertes que yo.

19Me habían sorprendido

en el día de mi calamidad;

pero Yahvé fue mi sostén.

20
20. Un lugar ancho , símbolo de la seguridad que Dios presta a su fiel siervo David. Porque me amaba: nos ama a todos como cosa propia (Juan 10, 11 ss.). He aquí lo que vino Jesús a revelarnos: el amor con que somos amados por su Padre (Juan 3, 16; I Juan 4, 16).
Me sacó fuera, a un lugar ancho,

salvándome porque me amaba.

21Yahvé me ha recompensado

según merecía mi justicia;

según la inocencia de mis manos

me dio el pago;

22pues he guardado los caminos de Yahvé,

no me he apartado impíamente de mi Dios.

23Tenía ante mis ojos todos sus preceptos,

y no me apartaba de sus mandamientos.

24Sin reproche anduve en su presencia,

me guardé de hacer iniquidad.

25Yahvé me ha retribuido

conforme a mi justicia,

según mi inocencia ante sus ojos.

26
26. Dios trata suavemente a los sencillos, severamente a los orgullosos. El Magníficat de la Virgen es como un desarrollo de este concepto que nos muestra la verdadera fisonomía de Dios (Lucas 1, 45 ss.).
Con el piadoso Tú te portas piadoso,

con el nombre recto, rectamente;

27Tú eres limpio con el limpio,

y al perverso lo tratas como tal.

28Tú salvas al pueblo humilde,

y con tu mirada abates a los altivos.

29
29. Véase Salmo 35, 10: “En tu luz veremos la luz”. La vía iluminativa del conocimiento de Dios por la Revelación, precede a la vida de unión con Dios por él amor. Por eso, Jesucristo, el Verbo, es ante todo una iluminación que prepara el camino al Espíritu Santo que es el amor (II Timoteo 1, 10). Esa iluminación que nos descubre las maravillas de Dios es la palabra de que habla el versículo 31 (Salmo 11, 7). De ahí la suprema importancia de conocer la Sagrada Escritura que es “la Carta de Dios a los hombres” (San Gregorio).
Tú, Yahvé, eres mi antorcha;

Yahvé ilumina mis tinieblas.

30Contigo me arrojo sobre ejércitos,

con mi Dios salto murallas.

31
31. Delicioso elogio del divino Padre y de su palabra. Cf. Salmos 11, 7; 118; 140; II Timoteo 1, 8. Estos y muchos otros textos nos hacen comprender la falacia de los que impíamente tildan de escandalosa la Sagrada Escritura porque se expresa con la claridad propia de la verdad absoluta, sin los rodeos literarios de los hombres. Estos han llegado a decir que “las palabras sirven a cada uno para ocultar lo que piensa”, en tanto que Dios en sus palabras nos muestra las más íntimas verdades de nuestro interior (Hebreos 4, 12) y hasta nos descubre, como lo reveló Jesús, los arcanos mismos de la Trinidad (Juan 15, 15). Cf. I Corintios 2, 10.
El camino de Dios es perfecto,

y acrisolada la palabra de Yahvé;

Él es un escudo

para cuantos en Él confían.

32Pues ¿quién es Dios sino solo Yahvé?

¿Quién es Roca fuera de nuestro Dios?

33Mi fortaleza inexpugnable es Dios,

quien hace perfecto mi camino.

34Me dio pies ligeros cual de ciervo

y me colocó sobre las alturas;

35adiestró mis manos para la guerra,

y mis brazos doblan el arco de bronce.

36Me diste el escudo de tu salvación,

y tu benignidad me ha hecho grande.

37Ensanchaste el camino bajo mis pies,

para que no resbalasen.

38Así perseguí a mis enemigos

hasta destruirlos,

y no me volví hasta acabar con ellos.

39Sí, acabé con ellos y los aplasté,

de modo que no pueden ya levantarse;

han caído debajo de mis pies.

40
40. Toda fuerza viene de Él, que es quien da el triunfo en las batallas (Salmo 32, 16 s.).
Me ceñiste de fortaleza para luchar,

sometiste mis enemigos a mi poder,

41pusiste en fuga a mis contrarios;

y así destrocé a los que me odiaban.

42Miraban en derredor,

mas no hubo quien los salvase,

(clamaban) a Yahvé, pero no los oía;

43triturábalos como polvo de la tierra;

cual barro de las calles

los aplastaba y los hollaba.

44
44. Cf. Romanos 10, 20-21. La profecía del reinado sobre las naciones es indudablemente mesiánica, siendo el reinado de David figura del reinado de Cristo. Cf. 7, 13 y 16.
Me libraste también

de los revoltosos de mi pueblo,

para jefe de naciones me elegiste.

Pueblos que no conocía me sirven.

45Hombres extranjeros me dicen lisonjas,

apenas oyen de mí, me obedecen.

46Los extranjeros palidecen

y temblando salen de sus refugios.

47¡Viva Yahvé, y bendita sea mi Roca!

Ensalzado sea Dios,

la Roca de mi salvación,

48el Dios que me otorga venganza,

y somete los pueblos a mis pies;

49el que me salva de mis enemigos.

Pues Tú me ensalzas

sobre los que se levantan contra mí;

me libras del hombre violento.

50Por eso, te alabaré entre las naciones,

y cantaré loores a tu nombre, Yahvé.

51
51. Su ungido: San Jerónimo vierte: su Cristo. David fue ungido como rey, y de su linaje descenderá el Ungido por excelencia, Jesucristo.
Él salva maravillosamente a su rey,

y usa de misericordia con su ungido

David y su descendencia para siempre.”
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