Daniel 4
La visión del árbol cortado
1 ▼▼1. En el original este capítulo comienza con la carta, en 3, 98. Es generalmente atribuido al mismo Nabucodonosor en su opulenta vejez (cf. versículo 19 y nota). Algunos autores suponen que se ha de sustituir aquí a Nabucodonosor por Naboned, cuyo nombre se perdió probablemente por un copista. “El silencio de las fuentes babilónicas sobre la locura atribuida a Nabucodonosor, y la imposibilidad de considerar la narración de Daniel como gemela de la consignada por Eusebio (Praep. Evang. IX, 41, 6) relativa a una pretendida profecía de Nabucodonosor acerca de un conquistador persa, hace que los intérpretes vuelvan una y otra vez los ojos hacia la figura de Naboned” (Prado). Sabemos, efectivamente, por los documentos babilónicos, que Naboned pretendía ser favorecido por sueños que le enviaban los dioses, y también llama la atención el hecho de que Naboned estuviera ausente de Babilonia viviendo durante siete años en el desierto de Teima, lo que cuadraría con lo dicho en los versículos 13 y 29. Sabemos además que el vocablo Nabucodonosor, como Asuero en Persia y Faraón en Egipto, se usaba también a manera de un título en lugar del nombre propio del rey. Floreciente, esto es, en paz y gozando de buena salud. Cf. Salmo 1, 3; 91, 14; Proverbios 11, 28.
Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio. 2Y estando yo en mi cama tuve un sueño que me asustó, y me turbaron los pensamientos y las visiones (que revolvía) mi cabeza. 3Y di orden que se presentasen delante de mí todos los sabios de Babilonia, para que me dieran la interpretación del sueño. 4 ▼▼4. Los caldeos: cf. 2, 2 y nota.
Vinieron entonces los magos, los adivinos, los caldeos y los astrólogos, y conté ante ellos el sueño; pero no pudieron indicarme su interpretación. 5 ▼▼5. La primera parte del nombre de Baltasar recuerda a Baal o Bel, dios principal de Babilonia (cf. 1, 7 y nota). El espíritu de los santos dioses: alusión a la interpretación del primer sueño (capítulo 2). El epíteto santos denota al parecer los dioses benévolos a los hombres, en contraste con aquellos seres superiores que procuran traer males sobre la humanidad.
Al fin se presentó delante de mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los santos dioses; y le conté mi sueño, (diciendo): 6“Baltasar, jefe de los magos, por cuanto yo sé que el espíritu de los santos dioses reside en ti, y que no hay ningún secreto que te cause dificultades, exponme las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación. 7(He aquí) las visiones que tenía yo en mi cabeza estando en mi cama: Miraba yo, y vi un árbol en medio de la tierra, y su altura era grande. 8El árbol creció y se hizo fuerte, su copa tocaba en el cielo y se lo veía desde las extremidades de toda la tierra. 9Su follaje era hermoso, y su fruto copioso, y había en él comida para todos. A su sombra se abrigaban las bestias del campo, y en sus ramas moraban las aves del cielo; y toda carne vivía en él. 10 ▼▼10. Velador y Santo: Nombre de ángeles, que solamente aquí se mencionan en la Sagrada Escritura (cf. versículo 14), pero al cual alude tres veces el Libro de Henoc (12, 4; 13, 10; 15, 9). También es conocido en otros libros apócrifos. Es llamado así “tanto por su naturaleza, la cual siendo espiritual está continuamente en acción y sin reposar un punto como por su oficio, que es el estar siempre pronto para recibir las órdenes de Dios y en vela para la guardia de la Iglesia y de los fieles”. (Scío). Véase 10, 13 y nota.
Mientras estaba todavía mirando las visiones de mi cabeza, estando en mi cama, vi cómo un Velador y Santo descendía del cielo, 11que gritaba fuerte y dijo así: «Cortad el árbol y desmochad sus ramas, sacudid su follaje y desparramad sus frutos; huyan las bestias de debajo de él, y los pájaros de sus ramas. 12Pero el tronco con sus raíces lo dejaréis en tierra, entre cadenas de hierro y de bronce, en medio de la hierba del campo. Sea bañado con el rocío del cielo y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. 13Sea mudado su corazón de hombre, y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. 14 ▼▼14. Nótese que en el versículo 21 el decreto es del Altísimo. Los veladores, etc. (véase versículo 10 y nota). Aquí parece revelársenos una de las funciones de los ángeles como fieles ejecutores de la voluntad de Dios y de sus juicios. San Pablo nos lo previene muchas veces para que no veamos en ellos a unos semidioses o demiurgos, que obrasen con autonomía propia, como los eones de Valentino, de que habla San Ireneo. Véase 6, 22; II Reyes 24, 16; Ef. 1, 21 s.; Colosenses 1, 16; 2, 10 y 18; Hebreos 1, 7 y 13 s.; Apocalipsis 19, 10; 22, 9; I Pedro 3, 22, etc. Cf. 10, 13 y nota. El final (cf. versículo 22) establece una vez más la doctrina tan admirable y tan bíblica según la cual Dios se complace en elegir sus príncipes entre el estiércol (Salmo 112, 7 ss. y nota), mientras el soberbio desciende a lo más bajo (Lucas 1, 48 ss. y nota), doctrina que tiene aquí trascendencia histórico-política, pues se aplica directamente al rey que fue “cabeza de oro” en la gran visión del capítulo 2.
De un decreto de los veladores viene esta sentencia, y es cosa que se hace por pedido de los santos, para que los vivientes conozcan que el Altísimo es dueño del reino de los hombres. Lo dará a quien mejor le parezca, y puede poner sobre él al más humilde de los hombres.» 15Este es el sueño que vi yo, el rey Nabucodonosor; y tú, Baltasar, dime la interpretación; pues ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme su interpretación. Tú lo puedes, porque el espíritu de los santos dioses reside en ti.” Interpretación del sueño
16 ▼▼16. Daniel se conturba porque Dios le había revelado ya el significado del sueño. Con benevolencia hacia el rey, le expresa primero el deseo de que los males que ha de anunciar se cumplan en los enemigos, y no en el rey mismo; pero, como profeta fiel, no calla nada de lo que Dios le ha mostrado.
Entonces Daniel, cuyo nombre es Baltasar, quedó por un rato aturdido, y le conturbaron sus pensamientos, hasta que el rey tomó la palabra y dijo: “Baltasar, no te conturbe el sueño ni su interpretación.” Respondió Baltasar, y dijo: “Señor mío, sea este sueño para los que te odien, y su interpretación para tus enemigos. 17El árbol que viste, que se hizo grande y fuerte, cuya altura llegaba hasta el cielo y que se podía ver desde toda la tierra; 18 ▼▼18. Véase versículo 29; Lucas 13, 18 ss. Son las características de un mal árbol de mostaza, es decir, de algo que se multiplica enormemente, pero no para bien sino para un fin catastrófico según veremos luego. Comparémoslo con las crisis mundiales presenciadas en el siglo XX, que los Sumos Pontífices desde Pío X han calificado tantas veces como tiempos apocalípticos: por una parte el enorme progreso científico, puesto mayormente al servicio de la corrupción en la paz y de la destrucción en la guerra; y por otra parte la caída de las más poderosas naciones desde el apogeo del progreso y la fuerza, al abismo de la ruina y del hambre. Véase versículo 29 ss.; Ezequiel 28, 5 s. y notas.
cuyo follaje era tan hermoso y su fruto tan copioso, en el cual había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas habitaban los pájaros del cielo; 19 ▼▼19. No puede negarse que esta grandeza extraordinaria del rey, así como el afecto que le muestra Daniel (versículo 16) y la elección de este para la interpretación del sueño, etc., parecen referirse al mismo Nabucodonosor de los capítulos anteriores, en el cual la humillación extrema que aquí recibe, cuadra además perfectamente como castigo por la soberbia estatua del capítulo 3, en lo cual estriba la enseñanza espiritual de la visión según lo vemos en los versículos 14 y 22. Véase versículo 27 y nota.
(ese árbol) eres tú, oh rey, que has venido a ser grande y fuerte; pues tu grandeza ha crecido hasta llegar al cielo, y tu dominación hasta alcanzar los fines de la tierra. 20Y si el rey vio a un Velador y Santo que descendía del cielo, diciendo: «Cortad el árbol y destruidlo, pero dejad el tronco con sus raíces en la tierra entre cadenas de bronce y de hierro, en medio de la hierba del campo, y sea bañado con el rocío del cielo y tenga su parte entre las bestias del campo hasta que pasen sobre él siete tiempos»; 21esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo que ha de cumplirse en mi señor, el rey: 22 ▼▼22. Son indicios de una enfermedad mental que sobrevendrá al rey. El cumplimiento se narra en el versículo 30. Siete tiempos (versículos 13 y 29): es decir, siete lapsos iguales, probablemente años, según se deduce también de 7, 25; Apocalipsis 12, 14; 13, 5; etc. Sobre el carácter místico del número siete, cf. 3, 47; 9, 27.
Te echarán de entre los hombres, y habitarás con las bestias del campo. Te darán de comer hierba como a los bueyes, serás mojado con el rocío del cielo, y pasarán sobre ti siete tiempos, hasta que conozcas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien quiere. 23 ▼▼23. Cuando reconozcas que es el cielo el que tiene la potestad. Se encierra aquí una enseñanza fundamental, cuya inobservancia ha causado la ruina de numerosas dinastías y dirigentes de pueblos. Reconocer que Dios es el Señor, al que hemos de someternos, parece a primera vista cosa fácil y agradable, mas la experiencia y la historia muestran que el orgullo de los seres creados intenta equipararse a Dios desde los días del paraíso, más aún, desde el momento de la creación de los ángeles; pues no dudamos de que la rebeldía de Satanás se produjo en los albores de su existencia. De ahí que ese ángel caído, a quien Jesús llama “el príncipe de este mundo” (Juan 14, 30) siga instigando al género humano a confiar en su propia fuerza y en su propia sabiduría. Cf. Salmo 148, 13; Isaías 42, 8; 48, 11; I Timoteo 1, 17, etc.
Y en cuanto a la orden de dejar el tronco con las raíces del árbol, (esto significa que) te quedarás con tu reino cuando reconozcas que es el cielo el que tiene la potestad. 24 ▼▼24. Con obras de misericordia: Como vemos, desde el Antiguo Testamento la Biblia no se cansa de destacar la importancia de la limosna para recibir el perdón de los pecados. Véase Tobías 4, 7-11 y notas; 12, 9 y nota; Mateo 5, 7; 25, 34 ss.; Hechos de los Apóstoles 10, 4; I Pedro 4, 8. Lo mismo hacen, claro está, los Santos Padres, San Cipriano y San Ambrosio comparan su eficacia a la del Bautismo y dicen que, así como el fuego del infierno se apaga con el agua saludable del sacramento, la llama del pecado se apaga con la limosna y las buenas obras. San León dice: “Las limosnas borran los pecados y preservan de la muerte y del infierno.”
Por eso, oh rey, te sea grato mi consejo, redime tus pecados con obras de justicia, y tus iniquidades con obras de misericordia para con los pobres. Tal vez así se prolongara tu prosperidad.” Cumplimiento de la visión
25Todo esto se cumplió en el rey Nabucodonosor. 26 ▼▼26 s. En opinión de San Jerónimo, Dios postergó por esos doce meses el castigo porque Nabucodonosor, exhortado por Daniel (versículo 24), hizo buenas obras. Ello no obstante, volvió a caer (versículo 27) en esa soberbia complacencia de sí mismo, que Dios no pudo soportar en ningún hombre (véase 3, 57 ss. y nota), ni aun en su gran amigo David (véase II Reyes 24; I Paralipómenos 21 y notas), y entonces el castigo anunciado en el sueño no tardó en sobrevenir. Todo esto parece confirmar que se trata de Nabucodonosor, y no de Naboned, como creen muchos modernos (cf. versículos 1 y 19 y notas), pues no se sabe nada de construcciones de Naboned en Babilonia, ni tendría sentido el castigo que relata el profeta, si no fuese contra el culpable de soberbia. Según Kaulen, una inscripción de Nabucodonosor ha conservado casi al pie de la letra la presuntuosa exclamación del versículo 27. Por lo demás, aunque él hubiese endilgado realmente a un enemigo suyo el terrible castigo anunciado (cf. versículo 16), según la leyenda de Eusebio, ello no significaría que tal pretensión se cumpliese, sino mostraría mejor la arrogancia que le hizo merecer ese castigo.
Al cabo de doce meses, mientras se paseaba sobre el palacio real de Babilonia, 27el rey habló y dijo: “¿No es esta Babilonia, la grande, que yo he edificado para capital de mi reino, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?” 28Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando bajó del cielo una voz: “A ti se te anuncia, oh rey Nabucodonosor, que el reino se ha ido de ti. 29 ▼▼29 s. A estar a los síntomas indicados en este párrafo, se trataba de una enfermedad mental que los médicos suelen llamar zoantropía, en que el enfermo cree ser transformado en un animal. Semejante humillación para el rey, cuando el poderoso imperio babilónico tocaba el cielo en su grandeza, y alcanzaba en su poderío los términos de la tierra (versículo 19), como el gran árbol que lo simbolizaba (versículo 18), hace que en esta narración se vea, como en las de los capítulos 2, 3 y 7, una figura profética de la caída de la gentilidad, y en la cepa no arrancada del todo, la señal de que en la gran tribulación del Anticristo, no obstante su extremada bestialidad, no perecerán totalmente las naciones y habrá quien permanezca fiel para la venida de Cristo (véase Mateo 24, 22-24; Apocalipsis 13, 7 ss.; 20, 4). En sentido espiritual, esta caída de Nabucodonosor nos ofrece la figura del pecador que pierde la gracia. Desde lo alto de la amistad divina se precipita al infierno y no solo se vuelve “como el caballo y el mulo que no tienen inteligencia” (Tobías 6, 17; Salmo 31, 9), sino —lo que es peor— se hace compañero de los demonios. Respecto a los siete tiempos véase versículo 22 y nota. Si este episodio se refiere a Nabucodonosor y no a Naboned (véase nota al versículo 1), dicen los que sostienen esa opinión, los siete tiempos de locura del rey serían posteriores al largo asedio de Tiro, que según Flavio Josefo se prolongó durante trece años y terminó sin resultado decisivo. Cf. Ezequiel 29, 18.
Te echarán de entre los hombres y habitarás con las bestias del campo; te darán de comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que reconozcas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres, y lo da a quien quiere.” 30En aquella misma hora se cumplió en Nabucodonosor esta palabra: fue expulsado de entre los hombres, comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que los cabellos le crecieron como (plumas) de águila, y las uñas como las de las aves. 31“Mas al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, levanté mis ojos hacia el cielo, y recobré mi juicio. Entonces bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive eternamente, cuya dominación es dominación eterna y cuyo reino perdura de generación en generación. 32Todos los habitantes de la tierra son (para Él) una nada; Él dispone según su voluntad del ejército del cielo y de los moradores de la tierra. No hay quien pueda detener su mano, y decirle: «¿Qué es lo que haces?» 33 ▼▼33. Como Job, así también Nabucodonosor recobra su prosperidad, aun acrecida, pero solo después de la gran humillación (cf. Salmo 118, 67 y 71 y nota), en la cual aprendió a no usurpar ya la gloria, que es toda de Dios (versículo 34).
Al mismo tiempo recobré mi juicio y me fueron devueltos, para gloria de mi reino, mi majestad y mi esplendor. Vinieron a buscarme mis consejeros y mis magnates, y fui restablecido en mi reino, y se acrecentó aún mi poderío. 34Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo y ensalzo y glorifico al Rey del cielo; pues todas sus obras son verdad, y sus caminos justicia, y Él puede humillar a quienes proceden con soberbia.”
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