Deuteronomy 7
Orden de destruir a los cananeos
1Cuando Yahvé, tu Dios, te haya introducido en la tierra adónde vas para poseerla, y haya echado de delante de ti a muchos pueblos: a los heteos, gergeseos, amorreos, cananeos, fereceos, heveos y jebuseos, siete pueblos más grandes y más fuertes que tú; 2 ▼▼2. La orden de aniquilar las siete naciones obedece a los designios de Dios, quien quiso castigarlas por sus crueldades, perversidades y maldades (cf. 9, 4) y apartar de su pueblo el peligro de la idolatría; peligro tan grande que ya en el desierto se hicieron un becerro de oro para adorarlo (versículo 16). Admiremos la misericordiosa predilección de Dios para con los suyos (Romanos 9, 14-16) y guardémonos de querer juzgarlo (ibíd. 20).
y cuando Yahvé, tu Dios, los haya puesto en tu mano y tú los hayas derrotado, los destruirás por completo; no pactarás con ellos, ni les tendrás compasión. 3No contraerás matrimonio con ellos; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo; 4 ▼▼4. Véase Éxodo 34, 15 y nota; Josué 23, 12; III Reyes 11, 2; Esdras 9, 2.
porque ella apartará de Mí a tu hijo, para que sirva a otros dioses, con lo que Yahvé se irritará contra vosotros y acabará contigo muy pronto. 5 ▼▼5. Piedras de culto, en hebreo massebah; Vulgata: estatuas. Cf. Éxodo 23, 24. Ascheras: troncos y ramas de árboles que representaban a la diosa de la fecundidad. La Vulgata vierte: bosques.
Por el contrario, así habéis de hacer con ellos: derribaréis sus altares, quebraréis sus piedras de culto, cortaréis sus ascheras y quemaréis sus imágenes talladas. 6 ▼▼6 ss. En estos versículos se nota con toda claridad la idea del Reino de Dios. Es un reino santo, sacerdotal (Éxodo 19, 6; 15, 17-18), gobernado por el mismo Dios por medio de sus enviados: Moisés, los profetas, jueces y reyes, a quienes el pueblo ha de obedecer como a portavoces de Yahvé. La causa de la elección de Israel no consistió en sus méritos, ni en su número o valor, sino en el amor de Dios hacia él, pues las relaciones de Yahvé con Israel no son solo las de Creador a creaturas, sino las de Padre a hijos (32, 9-14). Israel es el primogénito entre los pueblos (Éxodo 4, 22). El Señor fue quien lo redimió de la esclavitud de Egipto, con mano potente y brazo extendido (5, 15), dándole como herencia la tierra de promisión. En él fundó su reino, quedando Él mismo su Rey supremo; despertó en su medio, jueces y profetas, y con infinita paciencia lo preparó como tipo y figura del reinado universal de Dios que había de fundar Jesucristo. Todos estos privilegios eran otras tantas pruebas de su amor paternal para con su pueblo,
Porque tú eres un pueblo santo para Yahvé, tu Dios; a ti te escogió Yahvé, tu Dios, para que seas pueblo peculiar suyo entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra. 7No por ser vosotros más numerosos que los otros pueblos, se ha prendado dé vosotros Yahvé y os ha escogido —pues sois el más pequeño de todos los pueblos—, 8sino por el amor que Yahvé tenía hacia vosotros, y para guardar el juramento que había hecho a vuestros padres, os ha sacado con mano fuerte, rescatándoos de la casa de la servidumbre, de la mano del Faraón, rey de Egipto. 9Por dónde has de conocer que Yahvé, tu Dios, es el Dios (verdadero), el Dios fiel, que guarda la alianza y la misericordia hasta mil generaciones para con los que le aman y cumplen sus mandamientos; 10pero a quien le odia le da el pago en su misma cara, destruyéndolo. No tardará; a aquel que le odia, le dará su merecido en persona. 11Guarda, pues, los mandamientos, las leyes y los preceptos que Yo te mando hoy, para ponerlos en práctica. Bendiciones para los que cumplen la Ley
12Si escucháis estos preceptos y los guardáis y ponéis en práctica, también Yahvé, tu Dios, te guardará la alianza y la misericordia que juro a tus padres. 13 ▼▼13 ss. Las bendiciones son temporales y materiales, porque su objeto es todo el pueblo. Además hay que tomar en cuenta la imperfección religiosa y moral del pueblo, incapaz de estimar los bienes puramente espirituales (cf. Santo Tomás. Suma Teológica I-II, 9, 99, a. 6).
Te amará, te bendecirá y te multiplicará; bendecirá el fruto de tu seno y el fruto de tu tierra, tu trigo, tu vino y tu aceite, las crías de tus vacadas y las crías de tus rebaños sobre la tierra que juró a tus padres que te daría. 14Serás bendito más que todos los pueblos; no habrá varón ni mujer estéril en medio de ti, ni tampoco entre tus ganados. 15Desterrará Yahvé de ti toda enfermedad, y no descargará sobre ti ninguna de las enfermedades malignas de Egipto, que tú conoces; no las enviará contra ti, sino que las descargará sobre todos los que te odian. 16Devorarás a todos los pueblos que Yahvé, tu Dios, te va a entregar; no los perdonará tu ojo, ni sirvas a sus dioses; pues esto sería para ti un lazo. 17Acaso dirás en tu corazón: ‘Estos pueblos son más numerosos que yo, ¿cómo podré arrojarlos?’ 18No los temas; acuérdate bien de lo que hizo Yahvé, tu Dios, con el Faraón y con todo Egipto, 19y de las grandes pruebas que vieron tus ojos, de las señales, las maravillas, la mano fuerte y el brazo extendido con que te sacó Yahvé, el Dios tuyo. Del mismo modo hará Yahvé, tu Dios, con todos los pueblos a los cuales tú temes. 20Aun avispones enviará Yahvé, tu Dios, contra ellos, hasta que perezcan los restantes y los que se hayan escondido de tu presencia. 21No los temas, pues en medio de ti está Yahvé, tu Dios, el Dios grande y terrible. 22 ▼▼22. Cf. Éxodo 23, 29. Por falta de habitantes irían aumentando las bestias feroces, ya que Palestina estaba bastante expuesta a las bestias del desierto (cf. Jueces 14, 5; I Reyes 17, 34; II Reyes 23, 20; III Reyes 20, 36, etc.).
Yahvé, tu Dios, expulsará estos pueblos delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellos de golpe, no sea que se multipliquen contra ti las fieras del campo. 23Yahvé, tu Dios, los pondrá en tu poder y los llenará de gran consternación, hasta que sean exterminados. 24Él entregará sus reyes en tu mano, y tú borrarás sus nombres de debajo del cielo. Nadie podrá resistirte, hasta que los hayas destruido. 25Entregarás al fuego las estatuas de sus dioses. No codicies la plata y el oro que hubiere sobre ellas, ni lo tomarás para ti, no sea que te sirva para ruina; porque es abominación para Yahvé, tu Dios. 26 ▼▼26. Cf. la historia de Acán, narrada en Josué 7. Véase también Jueces 8, 27.
No lleves tal abominación a tu casa, para no ser anatema como lo es ella. Detéstala y abomínala en extremo, por cuanto es anatema.
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