‏ Ezekiel 13

Contra los falsos profetas

1Y me llegó la palabra de Yahvé, que dijo: 2
2 ss. “Con igual fortaleza (que Jeremías), tuvo que luchar Ezequiel contra los falsos profetas (13, 1-23; 14, 9-11; 22, 25 y 28), contra la idolatría (20, 32-39) y contra la exasperante protervia de la casa de Israel (3, 26; 12, 2, 9 y 25; 15, 8; 17, 12; 24, 3)” (Simón-Prado). Véase Deuteronomio capítulo 13; Jeremías capítulos 5-7; 8, 10 ss.; 14, 13 ss.; y principalmente 23, 1 ss., contra los falsos profetas que estaban en Judea; y también 29, 21 ss., contra los que estaban en Babilonia. Cf. Isaías 56, 9 ss. y nota, etc. Estos nefastos conductores espirituales fueron, más aún que los jefes políticos, el peor y más decisivo de los factores en la decadencia del pueblo elegido. Cada vez que un profeta de Dios se levantaba para despertar al pueblo con palabras divinas, se le oponía un enjambre de seudoprofetas que, adulando el egoísmo y nacionalismo de sus compatriotas, frustraban la eficacia de la palabra del Señor. Tales antecedentes explican la gran preocupación que en el Evangelio y en todo el Nuevo Testamento se muestra por los falsos profetas y pastores. El mismo Jesús, siendo un israelita ejemplarmente sometido a la Ley, inclusive la circuncisión (Lucas 2, 21; Romanos 15, 8), los tributos del Templo (Lucas 2, 22 ss.; Mateo 17, 24 ss., etc.), por una parte ordena al leproso curado que pague al sacerdote la ofrenda (Mateo 8, 4) mandada por Moisés (Levítico 14, 2), y aun rompe el silencio de la Pasión para responder al conjuro sacerdotal de Caifás (Mateo 26, 62 Ss.); y por otra parte no cesa de increpar a esa Sinagoga corrompida, y de prevenir caritativamente a las ovejas para que no puedan ser engañadas. Como contraste veamos, en el capítulo 34 de Ezequiel, la inefable figura del buen pastor, que nos anuncia triunfante al mismo Jesús, a quien San Pedro llama Pastor y Obispo de nuestras almas (I Pedro 2, 25) y nos enseña a esperarlo como Príncipe de los pastores (ibíd. 5, 4).
“Hijo de hombre, vaticina contra los profetas de Israel que profetizan; y di a los profetas que siguen su propio corazón: Oíd la palabra de Yahvé.
3Así dice Yahvé, el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos, que andan tras su propio espíritu, sin haber visto nada! 4Como zorras del desierto, así son tus profetas, oh Israel. 5
5. No habéis subido a las brechas. Quiere decir: no amparasteis a vuestro pueblo, como es deber del buen pastor, sino que lo llevasteis a la perdición insinuándole vuestros caprichos en vez de la voluntad del Señor.
No habéis subido a las brechas, ni habéis amurallado la casa de Israel para que se mantenga firme en el combate el día de Yahvé.
6Han visto vanidad y (pronunciado) oráculos mentirosos, diciendo: «Habla Yahvé», sin que Yahvé los haya enviado. ¡Y con todo esperan el cumplimiento de su palabra! 7
7. Yo nada he hablado: Véase Jeremías 23, 16 ss. y nota, sobre esta tremenda protesta de Dios, que alcanza, en todos los tiempos, a los que dan como doctrina religiosa lo que no han bebido en las fuentes de la Revelación sino en sus opiniones personales. El Papa Benedicto XV, en su Encíclica “Humani Generis”, censura gravemente a los que bajo el título de predicación hablan cosas “que no tienen de sagrado más que el lugar donde se pronuncian”. Y Pío XII añade a este respecto: “Los sacerdotes a quienes está encomendado el cuidado de la eterna salvación de los fieles, después de haber indagado ellos con diligente estudio las sagradas páginas de la Biblia, y haberlas hecho suyas en la oración y la meditación expongan empeñosamente estas soberanas riquezas de la divina Palabra en sermones, homilías y exhortaciones.” (Encíclica “Divino Afflante Spiritu”). Cf. 34, 18 y nota.
¿No habéis visto acaso visiones falsas? ¿No pronunciáis oráculos mentirosos cuando decís: «Dice Yahvé» siendo así que Yo nada he hablado?”

8Por eso así dice Yahvé, el Señor: “Por cuanto habéis hablado vanidad y habéis visto mentira, por tanto he aquí que vengo a vosotros, dice Yahvé, el Señor. 9
9. Véase Jeremías 22, 30 y nota; cf. Salmo 86, 6; Ezequiel 20, 33-38.
Y extenderé mi mano contra los profetas que tienen visiones vanas y vaticinan mentira. No formarán parte de la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el registro de la casa de Israel, ni volverán a la tierra de Israel; y conoceréis que Yo soy Yahvé, el Señor.
10
10. Diciendo: “Paz”, y no había paz: Cf. Jeremías 4, 10; 6, 14; 8, 11 y notas.
¡Cómo han extraviado a mi pueblo, diciendo: «Paz», y no había paz! Cuando (el pueblo) edifica una muralla, ellos la revocan con barro.
11Di a los que revocan con barro, que ella caerá. Vendrán inundaciones de agua, y arrojaré piedras de hielo que caerán (del cielo) y un huracán la derribará. 12Y caída la muralla, ¿acaso no se os dirá: «¿Dónde está el barro con que la revocasteis?» 13
13. El huracán representa a los babilonios que a manera de una catástrofe física sobrevendrán sobre Jerusalén.
Por eso, así dice Yahvé, el Señor: En mi furor desencadenaré un huracán, y a causa de mi cólera vendrán aguas inundadoras, y a causa de mi ira piedras de hielo para arrasarla.
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14. La muralla revocada con barro es el edificio social levantado al margen de la ley divina. Es la casa que el Señor no edificó (Salmo 126, 1) y que no sirve “aunque madruguen” los que trabajan (ibíd. 2); es la casa construida sobre arena, por los que no obedecieron al Sermón de la Montaña (Mateo 7, 26), que el torrente se llevó con ruina de todos (ibíd. versículo 27), porque los hombres quisieron hallar la solución de los problemas colectivos dentro del orden temporal, a base de la prudencia del hombre que se preocupa de lo que comerá y beberá y vestirá (Mateo 6, 31) como hacen los paganos (ibíd. versículo 32), sin creer en la prudencia sobrenatural que confía y da ocasión al Padre activo y fuerte para darnos por añadidura todas esas cosas (ibíd. versículo 33) que Él bien sabe necesitamos (ibíd. versículo 32), mientras nosotros nos preocupamos de Él y de su gloria como hijos amantes y felices. Tal es la constitución que Cristo nos dejó en el Evangelio. Pero Él mismo nos hizo saber que no sería aceptada y que cuando Él venga no hallará fe en la tierra (Lucas 18, 8). ¡Cuán bien se ha dicho que “la Biblia juzga a nuestra época”!
Y destruiré la muralla que habéis revocado con barro y la igualaré al suelo; se descubrirán sus cimientos y caerá, y vosotros pereceréis en medio de ella; y conoceréis que Yo soy Yahvé.

15Así desfogaré mi ira en la muralla y en los que la revocaron con barro, y os diré: Ya no hay muralla ni los que la revocaron. 16Ya no hay profetas de Israel que profetizan a Jerusalén, y ven a favor de ella visiones de paz cuando no hay paz, dice Yahvé, el Señor.

Contra las profetisas mentirosas

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17. El Antiguo Testamento menciona cuatro profetisas: María, hermana de Moisés (Éxodo 15, 20), Débora (Jueces 4, 4), Holda (IV Reyes 22, 14) y la mujer de Isaías (Isaías 8, 3). Como se deduce del presente pasaje, no faltaban tampoco falsas profetisas, o mejor dicho, pitonisas, agoreras, sortílegas, que prometían salvación (almohadillas, versículo 18) de todos los males.
Y tú, oh hijo de hombre, pon tu rostro contra las hijas de tu pueblo, que profetizan a su capricho, y vaticina contra ellas.
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18. Que tomen nota de tan tremenda advertencia divina las incontables mujeres de hoy que sometiéndose a la tiranía mundana de las modas indecorosas van, como estas profetisas, “haciendo caer en lazo las almas”, es decir, sembrando a su paso, consciente o inconscientemente, el pecado en cada uno que las ve y las codicia, según lo enseña el mismo Señor Jesús (Mateo 5, 28). Nótese que el recato no puede ser juzgado según la moda, porque la palabra de Dios nos hace saber terminantemente que, tanto por la ostentación del atavío lujoso, como por la ostentación de la hermosura, “se enciende cual fuego la concupiscencia” (Eclesiastés 9, 8 s.). Y en otra parte: “¿Por ventura puede un hombre encender el fuego en su seno sin que ardan sus vestidos? ¿O andar sobre ascuas sin quemarse las plantas de los pies?” (Proverbios 6, 27 s.). Habrá tal vez quien diga que esto es precisamente lo que se busca: la caza del matrimonio mediante el atractivo físico o “sex appeal”. Para ilustrar a las que así pensaren, y salvarlas de la ruina de un hogar desdichado, la sabiduría de Dios nos da también textos definitivos según los cuales no puede existir, ni entre esposos ni entre amigos, un vínculo durable sin el afecto fundado en lo espiritual. Véase Eclesiástico 6, 16 s.; 25, 2; 6, 8; 37, 15 s.; 40, 23 y notas. Contra el nudismo véase Eclesiástico 29, 28 y nota. Sobre el lujo femenino cf. Isaías 3, 16 ss. y notas.
Dirás: Así habla Yahvé, el Señor: ¡Ay de las que cosen almohadillas para todas las articulaciones de los brazos y hacen cabezales de todo tamaño para las cabezas, a fin de cazar almas! ¿Creéis acaso que cazando las almas de mi pueblo podréis salvar las vuestras?
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19. Haciendo morir las almas que no deben morir, y salvando las almas que no deben vivir: Estas últimas son las referidas en el versículo 22 y nota; es decir, los impíos, a los cuales ellas envalentonaron con sus falsas doctrinas, en tanto que “afligen a los justos”. San Pablo, que no olvida ciertamente a las mujeres que con él trabajaron por el Evangelio (Filipenses 4, 3), les hace, empero, presente que por naturaleza y por voluntad de Dios han de guardar sujeción al hombre (I Corintios 11, 3 y 10; Efesios 5, 22 s.; Colosenses 3, 18; cf. Génesis 3, 16, etc.) y que no les corresponde en la Iglesia la misión de enseñar, ni se les permite (I Timoteo 2, 11 s.), por lo cual “guarden silencio porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como lo dice también la Ley. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus propios maridos” (I Corintios 14, 34 s.). En los tiempos que corren se tiende a olvidar estas enseñanzas, sin comprender que, siendo el mismo Dios quien las da para Su servicio, sería absurdo querer servirle contra lo que a Él le agrada (véase Sabiduría 9, 10 y nota). Puede verse, en cambio, la consoladora misión que San Pedro espera de la mujer (I Pedro 3, 1), y las condiciones que indica San Pablo para las viudas que quieran trabajar en el apostolado (I Timoteo 5, 9 ss.). Cf. Eclesiástico 33, 20; Hechos 18, 26 y notas.
Vosotras me profanáis delante de mi pueblo por un puñado de cebada y un bocado de pan, haciendo morir las almas que no deben morir, y salvando las almas que no deben vivir, mintiendo a mi pueblo que escucha la mentira.

20Por eso, así dice Yahvé, el Señor: He aquí que Yo odio vuestras almohadillas con las que cazáis las almas, como (se cazan) las aves; Yo las arrancaré de vuestros brazos, y dejaré volar las almas que estáis cazando. 21Rasgaré vuestros cabezales, y libraré a mi pueblo de vuestro poder, para que no sean más presa de vuestras manos. Y conoceréis que Yo soy Yahvé.

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22. A quien Yo no quería afligir: Recojamos esta flor que nos manda nuestro Padre celestial y que nos muestra la delicadeza de su amor (cf. Jeremías 19, 5 y nota). Fortalecido los brazos del impío: de modo que en vez de humillarse de su pecado, se enorgullezca de él. Es decir que ya entonces se notaba esa ceguera, en cuyo abismo Satanás, el padre de la mentira (Juan 8, 44), todavía tiene a la humanidad sumergida y dominada por el engaño. Nadie aceptaría, por ejemplo, el mote de ladrón, porque va contra el “honor” sancionado por el mundo. Pero en cuanto al hecho mismo, muchos se gloriarán de la habilidad con que engañaron a otro en un negocio, y más aún si tienen, como aquí vemos, falsos profetas o profetisas que se lo aplauden. ¿Y cuántos no se glorían de haber engañado a una mujer para seducirla, en tanto que la víctima, lejos de poder gloriarse, queda “deshonrada”? Pero en la actualidad existe una ceguera más diabólica aún: gloriarse de no conocer a Dios. Véase sobre este tristísimo tema Jeremías 9, 24 y nota.
Pues con mentiras habéis afligido el corazón del justo, a quien Yo no quería afligir, y habéis fortalecido los brazos del impío, para que no se convierta de su mal camino y viva.
23Por eso no tendréis ya visiones vanas ni pronunciaréis oráculos; Yo libraré a mi pueblo de vuestra mano, y conoceréis que Yo soy Yahvé.
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