Ezekiel 2
Vocación del profeta
1 ▼▼1. Dios llama al Profeta “hijo de hombre”, para recordarle la fragilidad humana (San Jerónimo). La expresión se repite 84 veces en Ezequiel y una vez en Daniel 8, 17. En Daniel 7, 13, en cambio, se entiende por el Hijo del hombre, lo mismo que en los 79 pasajes del Evangelio donde aparece este término, un ser sobrehumano, el Mesías, al cual Dios entrega la gloria, el poder y la dominación eterna. No faltan quienes en esta expresión quieren reconocer la reminiscencia de una locución babilónica, según la cual vendría a significar: hombre libre, noble. Pero no es esta la cuestión, sino más bien el significado que el profeta le atribuye. Aquí no quiere ser más que una perífrasis hebraica para indicar a un simple hombre, sin nombre personal.
Y me dijo: “Hijo de hombre, ponte en pie y Yo te hablaré.” 2 ▼▼2. Es decir que la Palabra de Dios es acompañada de su Espíritu santo. Así se llenaron de Él los que escuchaban a San Pedro en Hechos 10, 44, lo mismo que en Pentecostés (como él lo hace notar en Hechos de los Apóstoles 11, 15), aunque eran paganos. “¿Cómo no habría de obrar así, también en nosotros, esa divina Palabra cuando la buscamos en el Evangelio? ¿Cómo no habría de animarnos también al apostolado?”
Y después que me habló entró en mí el Espíritu, el cual me puso sobre mis pies; y escuché a Aquel que me hablaba. 3 ▼▼3. Esos gentiles apóstatas: Los judíos, que apostataron y de este modo bajaron a la categoría de gentiles. El hebreo usa el término característico goyyim, que para los israelitas tenía un sentido despectivo. Los Setenta vierten: los que me provocan.
Y me dijo: “Hijo de hombre, te envío a los hijos de Israel, a esos gentiles apóstatas que se han rebelado contra Mí. Ellos y sus padres han pecado contra Mí, hasta este mismo día. 4 ▼▼4. Hijos de rostro duro, etc.: Reproches frecuentes en boca de Dios para calificar a su pueblo, con esa severidad y amargura que muestra al mismo tiempo el corazón dolorido de un Padre. Nada más elocuente a ese respecto que la expresión “te oigan o no te oigan” (repetida en el versículo 7), como si Él no supiera muy bien hasta dónde habría de llegar esa ingratitud. Así también veía Jesús en la agonía de Getsemaní a los que durante todos los siglos actuales habrían de despreciar su Redención (cf. 17, 15 ss. y nota) y a los que pretenderían inutilizarla como aquellos “insensatos gálatas” a quienes fulmina el Apóstol de los gentiles (Gálatas 3, 1 ss.).
Hijos de rostro duro y de corazón obstinado son aquellos a quienes te envío y les dirás: «Así dice Yahvé el Señor.» 5Te oigan o no te oigan —porque son una casa rebelde— por lo menos han de conocer que hay un profeta en medio de ellos. 6Tú, pues, oh hijo de hombre, no los temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque ellos son cardos y espinas para contigo y tú habitas en medio de escorpiones. No temas sus palabras, ni tengas miedo de sus rostros; porque son una casa rebelde. 7Les dirás mis palabras, ora que oigan, ora que no oigan; porque son rebeldes. 8 ▼▼8. Abre tu boca: Así dice Dios a Israel para que reciba sus beneficios (cf. Salmo 80, 11 y nota). Véase 3, 1 y nota.
Oye, oh hijo de hombre, lo que te voy a decir: No seas tú rebelde como esa casa de rebeldía; abre tu boca, y come lo que te voy a dar.” 9 ▼▼9. El libro contiene los designios, juicios y castigos de Dios; lo que se colige de la denominación que el profeta le da: cantos lúgubres, lamentaciones.
Yo miré, y vi una mano que se tendía hacia mí, y he aquí en ella el rollo de un libro. Lo desenvolvió delante de mí, y estaba escrito por dentro y por fuera; y lo escrito en él eran cantos lúgubres, lamentaciones y ayes.
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