Jeremiah 13
Profecía del cautiverio
1 ▼▼1 ss. Se trata, según San Jerónimo, de una visión; según Santo Tomás, de un acontecimiento real. El cinturón representa al pueblo judío, ceñido a Dios tan estrechamente como el cinturón al cuerpo del hombre (versículo 11). Ello no obstante, caerá Israel en la más baja depravación. Es una figura semejante a la del ave multicolor, que explicamos en la nota al versículo 9 del capítulo anterior.
Así me dijo Yahvé: “Ve y cómprate un cinturón de lino y ciñe con el tus lomos; mas no lo metas en agua.” 2Compré el cinturón, según la orden de Yahvé, y me lo puse sobre los lomos. 3Y me llegó la palabra de Yahvé por segunda vez, para decirme: 4“Toma el cinturón que compraste, y que está sobre tus lomos, y levántate, anda al Éufrates y escóndelo allí en la hendidura de una roca.” 5Fui y lo escondí junto al Éufrates, como Yahvé me lo había ordenado. 6Y sucedió que pasados muchos días, Yahvé me dijo: “Levántate, ve al Éufrates, y saca de allí el cinturón que te mandé esconder en aquel lugar.” 7Fui, pues, al Éufrates y cavé, y saqué el cinturón del lugar donde lo había escondido; mas he aquí que estaba podrido, y ya no era útil para nada. 8Entonces me habló Yahvé, diciendo: 9 ▼▼9. Destruiré la soberbia: Algún día llegaremos a comprender que toda obra es mala si no se funda en Dios, porque resulta tanto mayor rival y enemiga para disputarle la gloria al único Santo (“Tu solus Sanctus”), al único a quien le pertenece el mérito, como fuente que es de todo posible bien. De ahí que en toda la Escritura se fustigue, más aún que el pecado, la falsa virtud, pues esa viene del peor de los pecados, que es la soberbia, ¿Qué otra cosa significa la severidad terrible de Jesús con los fariseos, contrastando con su infinita misericordia con los pecadores? De ahí que el “pecado”, del cual “convencerá al mundo el Espíritu Santo” (Juan 16, 8), no es el de las concupiscencias, sino la incredulidad; y no un ateísmo en general, sino la falta de aceptación de Jesús como Salvador: “por cuanto no creyeron en Mi” (ibíd. 9), es decir, la prescindencia de Él como si Él no nos fuese necesario para la virtud y el bien. ¿Dónde estaría entonces la gloria del Hijo, que el Padre quiere darle “sobre todo nombre”, si los hombres pudieran ser buenos sin recurrir a Él? Idéntico fue el pecado de Israel. “Por su incredulidad” se dio entrada a los gentiles (Romanos 11, 30). Y no fue ciertamente un ateísmo, sino al contrario: por razones religiosas y “en nombre del Dios bendito” Caifás declaró blasfemo e impostor a Jesús, el Hijo a quien Dios enviaba.
“Así dice Yahvé: De esta manera destruiré la soberbia de Judá, y el gran orgullo de Jerusalén. 10Este pueblo malo que rehúsa oír mis palabras, que siguiendo su obstinado corazón se va tras otros dioses, para servirles y adorarlos, vendrá a ser como este cinturón que para nada es útil. 11Pues así como el cinturón se adhiere a los lomos del hombre, así había Yo unido estrechamente conmigo a toda la casa de Israel, y a toda la casa de Judá, dice Yahvé, a fin de que fuese el pueblo mío para mi renombre, alabanza y gloria; mas ellos no escucharon. 12 ▼▼12 ss. Es la misma profecía bajo otra forma. Las vasijas rotas simbolizan a Jerusalén y al pueblo judío. “Dios llenará de vino y embriagará a todos los moradores de Jerusalén, sin excluir a los reyes, sacerdotes y profetas, para que vengan a chocar unos con otros y destruirse. A estas parábolas sigue una apremiante exhortación a la penitencia” (Nácar-Colunga).
Les dirás esta palabra: Así dice Yahvé, el Dios de Israel: “Todas las tinajas han de llenarse de vino.” Y te dirán: ¿Acaso no sabemos muy bien que todas las tinajas han de llenarse de vino? 13Entonces les responderás: Así dice Yahvé: “He aquí que Yo llenaré de embriaguez a todos los habitantes de este país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los moradores de Jerusalén; 14y los estrellaré a unos contra otros, padres e hijos juntamente, dice Yahvé. No tendré piedad, ni compasión, ni misericordia, y no dejaré de destruirlos.” Exhortación al arrepentimiento
15Oíd y prestad oídos. No os ensoberbezcáis, pues es Yahvé quien habla. 16 ▼▼16. Dad gloria a Dios: Alabadle, sobre todo cuando os mande pruebas y tribulaciones, “Porque el Señor castiga a los que ama y en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre con sus hijos” (Proverbios 3, 12).
Dad gloria a Yahvé, vuestro Dios, antes que Él envíe tinieblas, y tropiecen vuestros pies sobre los montes tenebrosos; cuando Él trueque en sombra de muerte la luz que esperáis, conviniéndola en densas tinieblas. 17 ▼▼17. Cf. 11, 14 y nota. Se retrata aquí el corazón sacerdotal de Jeremías, comparable al de Moisés (Éxodo 17, 11 s.; 32, 10 ss.; Números 14, 10 ss.) y al de Abrahán (Génesis 18, 22 ss.). Véase Salmo 105, 23 y nota. Jeremías rogaba por el pueblo aun después de muerto (II Macabeos 15, 14).
Mas si no escucháis, mi alma llorará en secreto a causa de (vuestra) soberbia, llorará amargamente, y mis ojos se derretirán en lágrimas por la cautividad de la grey de Yahvé. 18 ▼▼18 ss. Triste cuadro profético de la desolación de Jerusalén. La reina: la madre del rey, que ocupaba el primer puesto entre las mujeres del palacio (véase III Reyes 2, 19). Hasta las ciudades del mediodía de Judea, últimos refugios de los que huyen de Jerusalén, cerrarán sus puertas para los fugitivos.
“Di al rey y a la reina: Humillaos, sentaos (en el suelo), porque se os cae de vuestras cabezas la corona de vuestra gloria. 19Las ciudades del Mediodía estarán cerradas, sin que haya quien las abra; todo Judá será llevado al cautiverio, todos sin excepción. 20Levanta tus ojos, y ve quiénes son estos que vienen del norte. ¿Dónde está la grey que te fue dada, tu magnífico rebaño? 21 ▼▼21. Has amaestrado: Desacatando la voluntad de Dios, los reyes de Judá habían buscado la amistad de los pueblos paganos, y también despertado su codicia mostrándoles sus tesoros y toda su armería (Isaías 39, 2).
¿Qué dirás cuando Él ponga sobre ti, por cabeza, a tus amantes, que tú mismo has amaestrado contra ti? ¿No sufrirás entonces dolores, como una mujer que da a luz? 22 ▼▼22. Alusión al tratamiento que sufrirán las mujeres deportadas. Serán sometidas a los trabajos más humillantes. Véase 47, 2 y nota; Ez 23, 29. “Todas estas imágenes nos parecen a nosotros demasiado crudas, acostumbrados como estamos al uso de eufemismos, pero hay que tener en cuenta que los orientales son mucho más realistas que nosotros y que este realismo se refleja en su literatura” (Nácar-Colunga).
Y si dices en tu corazón: «¿Por qué viene sobre mí esto?» por la muchedumbre de tus maldades han sido descubiertas tus faldas y manchadas las plantas de tus pies. 23 ▼▼23. Esta gráfica expresión fue aplicada por el segundo Concilio de Nicea al célebre historiador Eusebio de Cesárea quien no obstante sus repetidas declaraciones de sumisión, insistió hasta el fin en su negación del “homousios”, desconociendo, como los arrianos, la consubstancialidad del Verbo con el Padre. Véase Hebreos 6, 4; 10, 26 ss.; Eclesiástico 26, 27; II Pedro 2, 20; Mateo 12, 45.
¿Puede acaso el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así tampoco podéis obrar bien vosotros, los que estáis avezados a hacer el mal. 24Los esparciré como la hojarasca, que arrebata el viento del desierto. 25Esta es tu suerte, la porción que Yo te he reservado, dice Yahvé; por haberte olvidado de Mí, poniendo tu confianza en la mentira. 26Pues también Yo te descubriré las faldas (alzándolas) sobre tu rostro, para que se vean tus vergüenzas. 27 ▼▼27. Adulterios, relincho, ignominia, fornicación, son expresiones que señalan la idolatría, la cual se consideraba como adulterio, porque Dios era el Esposo del pueblo de Israel. Véase 2, 23 s.
Tus adulterios, tus relinchos, la ignominia de tu fornicación, en los collados y por los campos, (todas) tus abominaciones las he visto. ¡Ay de ti, oh Jerusalén, que no quieres purificarte! ¿Hasta cuándo esperas todavía?”
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