Jeremiah 14
Plegaria de Jeremías en la sequía
1 ▼▼1. Este capítulo muestra la miseria de la tierra cuando le falta la lluvia del cielo, así como el alma muere sin la lluvia de la gracia (véase Salmo 142, 6; Juan 15, 1 ss.). Es una oración ideal para tiempos de sequía.
He aquí lo que dijo Yahvé a Jeremías con motivo de la sequía: 2Judá está de luto, sus puertas languidecen; entristecidas se inclinan hacia el suelo y Jerusalén alza el grito. 3Sus nobles envían a sus criados por agua; van estos a los pozos, y no hallando agua se vuelven con sus cántaros vacíos, cubierta su cabeza a causa de la vergüenza y confusión. 4También los labradores se cubren por vergüenza la cabeza a causa del suelo que está rajado por falta de lluvia sobre la tierra. 5Pues hasta la cierva en el campo después de parir abandona (su cría), porque no hay pasto. 6Los asnos salvajes se ponen encima de los riscos, aspirando el aire como chacales; desfallecen sus ojos, porque no hay cosa verde. 7 ▼▼7. El santo profeta intercede ante Dios, para que cese el flagelo. Nótese la verdadera contrición que se aprende en la Sagrada Escritura: lejos de negar la culpa o justificarla, se la confiesa para obtener el perdón de la paternal misericordia de Dios. Véase Salmo 50 y notas. Respetando tu Nombre, o, como otros traducen, por amor de tu Nombre. Véase sobre este resorte de la divina misericordia Éxodo 33, 19 y nota.
“Aunque nuestras maldades testifican contra nosotros, trátanos, Yahvé, respetando tu Nombre; pues son muchas nuestras rebeldías; hemos pecado contra Ti. 8 ▼▼8 s. Dios había prometido continuas lluvias que fertilizaran la tierra prometida (Deuteronomio 11, 10 ss.). El profeta se lo recuerda filialmente. Esperanza de Israel, Salvador suyo: Dios. Algunos lo refieren a la letra al Mesías, “dando a entender, como que Jeremías y los demás judíos le invocan, para que por su Encarnación, trabajos y méritos se presente a su enojado Padre y libre a los israelitas de ser cautivados por los caldeos” (Scío).
¡Oh Tu, Esperanza de Israel, Salvador suyo en tiempo de angustia! ¿cómo es que estás cual extranjero en el país, cual pasajero que solo se detiene para pasar una noche? 9¿Por qué eres Tú como un hombre atónito, como un valiente incapaz de salvar? Y sin embargo, Tú, Yahvé, estás entre nosotros, los que llevamos tu Nombre. No nos desampares.” Respuesta de Dios
10Así dice Yahvé respecto de este pueblo: “Esto les gusta: andar de un lugar a otro, sin dar descanso a sus pies; pero Yahvé no se complace en ellos: ahora se va a acordar de sus iniquidades, y castigará sus pecados.” 11 ▼▼11 s. Cf. 11, 14; 13, 17 y notas. Es la impenitencia la que impide el perdón. “Si permaneciendo en las maldades pensáramos redimirnos con promesas y sacrificios, vamos grandemente errados, teniendo a Dios por injusto” (San Jerónimo). Véase a ese respecto las terribles conminaciones del Señor en 6, 20; 7, 21; Isaías 1, 11 s.; Malaquías 1, 10.
Y me dijo Yahvé: “No ruegues para bien de este pueblo. 12Aun cuando ayunen no oiré sus clamores, y cuando ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré, sino que los extirparé con la espada, con el hambre y con la peste.” Falsos profetas extravían al pueblo
13 ▼▼13. Jeremías excusa al pueblo acusando a los falsos profetas que lo han inducido a la apostasía, como lo declaró el mismo Dios en 12, 10. Cf. 6, 14 y nota.
Entonces dije: “¡Ah, Señor, Yahvé! Mira cómo los profetas les dicen: «No veréis espada, ni tendréis hambre, antes bien, Yo os daré una paz segura en este lugar».” 14Y me respondió Yahvé: “Los profetas profetizan mentiras en mi Nombre; Yo no los he enviado, nada les he ordenado; no he hablado a ellos; visiones mentirosas, vanas adivinaciones e ilusiones de su propio corazón es lo que profetizan. 15Por tanto, así dice Yahvé respecto de los profetas que profetizan en mi Nombre sin que Yo los haya enviado, y que dicen: «No habrá en el país ni espada ni hambre»: al filo de la espada y por hambre perecerán estos profetas; 16las gentes ante las cuales ellos profetizan, serán arrojadas por las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la espada, y no habrá quien los entierre, a ellos, sus mujeres, sus hijos y sus hijas; y derramaré sobre ellos su maldad. 17Diles, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas, noche y día, sin cesar, porque la virgen, hija de mi pueblo ha sido quebrantada con extremo quebranto, herida de gravísima plaga. 18 ▼▼18. Tanto el profeta como el sacerdote: Los sacerdotes y profetas serán llevados al cautiverio, porque Dios los hace responsables de los males del pueblo. Véase el capítulo 23. “Grande es la dignidad de los prelados, exclama San Lorenzo Justiniano, pero mayor es su carga; colocados, en alto puesto, han de estar igualmente encumbrados en la virtud a los ojos de Aquel que todo lo ve; si no, la prepositura, en vez de mérito, les acarreará su condenación.”
Si salgo al campo, veo a los que murieron por la espada, y si entro en la ciudad, a los extenuados por el hambre, pues tanto el profeta como el sacerdote andan errantes hacia un país desconocido.” Confianza del profeta
19 ▼▼19. Véase 8, 15; Isaías 59, 9 y 11.
¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Aborrece tu alma a Sión? ¿Por qué nos has herido de muerte? Esperábamos la paz, y no hay bien; el tiempo de restablecernos y no hay más que espanto. 20Reconocemos, oh Yahvé, nuestra maldad, la culpa de nuestros padres; ya que hemos pecado contra Ti. 21 ▼▼21. El profeta vuelve a insistir, apelando al honor del nombre de Dios, que cifra su gloria en llamarse el protector de su pueblo. El solio de tu gloria: Jerusalén, por ser el lugar donde estaba el Templo.
No nos rechaces, por amor de tu Nombre, no profanes el solio de tu gloria; acuérdate, no rompas tu alianza con nosotros. 22 ▼▼22. Ninguna cosa creada tiene eficacia propia, sino la que Dios le presta directamente y en cada instante con su amorosa providencia que siempre está obrando (Zacarías 10, 1). Dar lluvia: En Palestina, más que en otros países, la lluvia es una bendición de Dios, símbolo de su superioridad sobre los ídolos. Véase el desafío hecho por Elías a los sacerdotes de Baal en III Reyes capítulos 17 y 18.
¿Hay acaso entre los ídolos de los gentiles quien pueda dar lluvia? ¿O pueden acaso los cielos enviar aguas? ¿No eres Tú, el Señor, Dios nuestro? En Ti esperamos, porque Tú haces todas estas cosas.
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