Job 2
Job herido con una plaga maligna
1Sucedió que un día se presentaron los hijos de Dios delante de Yahvé, y en medio de ellos vino también Satanás a ponerse en su presencia. 2 ▼▼2 s. Acabo de dar una vuelta por la tierra: Es propio del salteador por excelencia andar girando en busca de presa (I Pedro 5, 8). Cf. 1, 7. Dios le dice: ¿Has reparado en mi siervo Job?, pues no hay ninguno como él en la tierra. El mismo Dios reconoce la virtud extraordinaria de Job, quien en otro tiempo fue señor rico y padre más rico aún, y ahora está despojado y desnudo. Y como en todos esos acontecimientos que le habían sucedido, no había pecado ni hablado palabra necia, se regocija el Señor con la victoria de su siervo y la toma, como dice San Jerónimo, como propio triunfo (A Juliano, II).
Dijo Yahvé a Satanás: “¿De dónde vienes?” Satanás respondió a Yahvé y dijo: “Acabo de dar una vuelta por la tierra y pasearme por ella.” 3Preguntó Yahvé a Satanás: “¿Has reparado en mi siervo Job?, pues no hay ninguno como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, que persevera en su integridad, aunque tú me has incitado contra él, para perderle sin causa.” 4 ▼▼4. Piel por piel, dice el gran salteador que conoce las timideces del hombre. San Antonio, el Doctor Evangélico, aplica esta escena a la vida espiritual, que es una lucha perpetua, diciendo: “Mortales como sois, mortificad la piel del cuerpo, para que en la resurrección final la recibáis glorificada” (Sermón de Natividad).
Respondió Satanás a Yahvé y dijo: “Piel por piel; porque todo cuanto tiene el hombre lo da por su vida. 5 ▼▼5. Te maldice: También aquí, como en 1, 5 dice el hebreo bendecir, en vez de maldecir. Es este, más que un problema filológico, un fenómeno espiritual, que como se ve en Judas versículo 9, significa reconocer el absoluto dominio de Dios, que es el único a quien compete el poder de maldecir. De ahí que hasta San Miguel no se atreva a maldecir a Satanás y le diga solamente: “Reprímale Dios” (ibíd.). Cf. versículo 9; III Reyes 21, 10; Salmo 9B, 3 y nota.
Pero anda, extiende tu mano y toca su hueso y carne, y verás cómo te maldice en la cara.” 6Dijo, pues, Yahvé a Satanás: “He aquí que en tu mano está, pero consérvale la vida.” 7 ▼▼7. Ulcera maligna: según la versión griega, la lepra.
Salió Satanás de la presencia de Yahvé, e hirió a Job con una úlcera maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. 8 ▼▼8. Sobre ceniza. San Jerónimo vierte: sobre un estercolero. Los estercoleros se hallaban fuera de los sitios habitados; servían de paradero para los expulsados de sus habitaciones (Isaías 47, 1). Las basuras se quemaban y ellos se abrigaban sobre la ceniza caliente. Aquí la expulsión se debe al hecho de que la enfermedad de Job era contagiosa.
Entonces este sentado sobre ceniza, tomó un casco de teja para rasparse con él (la podredumbre). 9 ▼▼9. Maldice: Cf. versículo 5. Admiremos, como una figura de Cristo, el abismo de paciencia de Job para no airarse contra semejante mujer. Véase Tobías 2, 22.
Su mujer le dijo: “¿Todavía perseveras en tu rectitud? ¡Maldice a Dios, y muérete!” 10 ▼▼10. Mujer necia: La necedad equivale, según la Biblia, a la impiedad. Véase los libros de los Proverbios y de la Sabiduría. Tal es el sentido de “fatuo” en Mateo 5, 22. Nótese que la perfecta resignación de Job no le impedirá desahogarse en humildes quejas como veremos en 7, 11 y ss. Los mismos Salmos (cf. el 21, el 34, el 68, etc.), expresan las quejas de Jesús doliente pero siempre confiado en el Padre. En esto está todo. Dios es quien envía las aflicciones. Él, que todo lo dispuso, ha destinado desde la eternidad una cruz a los que le aman; ha decidido despojarnos del hombre viejo y revestirnos del nuevo por medio de la gracia y mantenernos en ella por medio de la paciencia en las tribulaciones. ¿Quién, sabiendo esto, se atreverá a huir de los padecimientos y mirarlos con horror, ya que nos están destinados como una gracia por la infinita bondad de Dios?
Mas él le dijo: “Hablas como una mujer necia. Si hemos aceptado el bien de parte de Dios, ¿no hemos de aceptar también el mal?” En todo esto no pecó Job con sus labios. Vienen los amigos de Job
11 ▼▼11. ¡Consolarlo! Ya veremos que hacen todo lo contrario. Es para mostrarnos que nada hemos de esperar del mundo. Los LXX dicen que eran tres reyes, es decir, jefes de tribus, lo mismo que Job.
Cuando los tres amigos de Job, Elifaz lemanita, Bildad suhita y Sofar naamatita, supieron toda esta calamidad que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar, porque habían concertado ir a darle el pésame y consolarlo. 12Mas cuando desde lejos alzaron los ojos no lo reconocieron; por lo cual levantaron su voz y lloraron; y rasgando cada uno su manto, esparcieron polvo por el aire sobre sus cabezas; 13 ▼▼13. Los árabes aún hoy, al visitar al enfermo pariente y amigo, suelen mirarlo sin pronunciar palabra. Solo interrogados por él contestan. Aquí termina el prólogo y empieza el poema propiamente dicho.
y quedaron con él sentados en tierra siete días y siete noches, sin hablarle palabra, pues veían que su dolor era muy grande.
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