‏ Job 39

Continuación del discurso de Dios

1
1 ss. Siguen otros ejemplos, tomados del reino de los animales, para demostrar la admirable providencia de Dios. “Al leer estas palabras, parécenos estar oyendo al Autor y Conservador de nuestro ser, al que ha soldado, por decirlo así, nuestra esencia y nuestra existencia y quien la conserva y es causa de todo lo que de real y bueno hay en la creación” (Garrigou-Lagrange).
“¿Sabes tú el tiempo

en que paren las cabras monteses?

¿Observas el parto de las ciervas?

2¿Sabes tú los meses de su preñez,

y conoces el tiempo de su parto?

3Se encorvan y echan su cría

librándose de sus dolores.

4Sus crías son robustas,

crecen en el campo;

se van, y no vuelven a ellas.

5¿Quién dio libertad al asno montés,

y quién soltó las ataduras del onagro,

6
6 s. ¡Aguda paradoja: es asno y es salvaje, y con todo tiene domicilio y desprecia el tumulto de las ciudades!
al que di por domicilio el desierto

y por morada la tierra salitrosa?

7Se ríe del tumulto de la ciudad,

y no oye los gritos del arriero.

8Los montes son su lugar de pasto,

anda buscando toda yerba verde.

9
9. El búfalo, o bisonte, no se deja domar como el buey. Cf. el dominio de Adán antes de la caída (Génesis 1, 28; Salmo 8, 8). Véase 40, 23.
¿Querrá servirte acaso el búfalo,

pasará la noche junto a tu pesebre?

10¿Podrás atarlo con coyundas

para que abra surcos?

¿Querrá acaso rastrillar

los valles detrás de ti?

11¿Confiarás en él por su gran fuerza,

y dejarás a su cuidado tus labores?

12¿Le fiarás traer a casa tu grano

para llenar tu era?

13El avestruz agita alegre las alas;

no son alas pías, ni voladoras;

14
14. La hembra del avestruz, antes de salir del nido, cubre los huevos con arena, para que se calienten y salgan los polluelos.
pues abandona en tierra sus huevos

para calentarlos en el suelo.

15Olvida que puede pisarlos el pie,

y aplastarlos la fiera del campo.

16Es cruel con sus hijos,

como si fuesen ajenos;

no le preocupa

la inutilidad de sus fatigas.

17Porque Dios le privó de sabiduría,

y no le dio parte en la inteligencia.

18
18. Tanto este retrato del avestruz como el que le sigue, del caballo, son joyas literarias de incomparable belleza. Para verterlas en lengua moderna el traductor debería ser poeta.
Pero cuando se alza y bate las alas,

se burla del caballo y del jinete.

19¿Das tú al caballo la valentía,

y revistes su cuello con la airosa melena?

20¿Le enseñas tú a saltar

como la langosta,

a esparcir terror

con su potente relincho?

21Hiere la tierra,

orgulloso de su fuerza,

y se lanza al combate,

22riéndose del miedo;

no se acobarda,

ni retrocede ante la espada.

23Si oye sobre sí el ruido de la aljaba,

el vibrar de la lanza y del dardo,

24con ímpetu fogoso sorbe la tierra,

no deja contenerse

al sonido de la trompeta.

25
25. Figura poética: El caballo está representado como si fuese un ser razonable que dice al jinete: vamos a la batalla.
Cuando suena la trompeta,

dice: «¡Adelante!»;

huele de lejos la batalla,

la voz del mando de los capitanes,

y el tumulto del combate.

26
26. Alusión a que muchas aves en otoño van al sur.
¿Es acaso por obra tuya

que emprende vuelo el gavilán,

tendiendo sus alas hacia el sur?

27¿Es por orden tuya

que remonta el águila,

y pone su nido en las alturas?

28Habita en la peña,

y tiene su morada en la cima

de las rocas más inaccesibles.

29Allí acecha la presa,

desde lejos atisban sus ojos.

30
30. Nótese la semejanza con la frase de Jesús en Mateo 24, 28, y Lucas 17, 37. Cf. 9, 26. Según el texto hebreo el capítulo 39 concluye con el presente versículo. Los versículos 31-35 equivalen a 40, 1-5, del hebreo. Ha existido aquí una desordenación de los versículos, que Ricciotti propone solucionar con el siguiente orden, a nuestro entender satisfactorio: Los versículos 33-35, antes de 31-32; y en seguida de estos, capítulo 40, 3 ss., suprimiéndose los versículos 40, 1-2, que son sin duda los versículos 38, 1 y 3, aquí repetidos sin necesidad.
Sus polluelos chupan la sangre;

y doquiera que haya cadáveres

se la encuentra.”

31Se dirigió entonces Yahvé a Job y dijo:

32“Quiere el censor

contender más con el Omnipotente?

El que disputa con Dios responda.”

Job confiesa su ignorancia

33
33. Según el orden indicado en la nota precedente, esta respuesta de Job adquiere su pleno y enorme significado: es una confesión ex abrupto, como de su alma abrumada por la elocuencia de Dios. El Padre Eterno le responde entonces, manteniendo su desafío (versículos 31-32) y continuándolo en 40, 3 ss. antes de empezar su segundo discurso (40, 10 ss.). La perfecta docilidad de Job es el más grande y bello de los ejemplos que se nos da en todo el libro, y confirma, con una prueba toda interior, la auténtica santidad del patriarca. Véase 42, 1- 6.
Job respondió a Yahvé y dijo:

34“He aquí ¡cuán pequeño soy yo!

¿Qué puedo responderte?

Pondré mi mano sobre mi boca.

35Una vez he hablado,

mas no hablaré más;

y otra vez (he hablado),

pero no añadiré palabra.
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