‏ Numbers 11

Murmuraciones del pueblo

1Murmuró el pueblo, quejándose de muy mala manera contra Yahvé. Lo oyó Yahvé, y se inflamó su ira, de modo que se encendió contra ellos un fuego de Yahvé y abrasó una extremidad del campamento. 2Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Yahvé, y el fuego se apagó. 3
3. Taberá significa incendio. Cf. los nombres de Masa y Meribá, que asimismo deben su origen a las murmuraciones del pueblo (Éxodo 17, 7). Cf. v. 33.
Por lo cual se dio a aquel lugar el nombre de Taberá, porque el fuego de Yahvé se había encendido contra ellos.

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4. Gente adventicia: Bover-Cantera traduce: chusma. Quiere decir que la murmuración no tuvo su origen entre los israelitas, sino que provino de la gente extraña que los acompañaba desde la salida de Egipto (Éxodo 12, 38). Esa turba, siempre inquieta y desalentada por las fatigas del viaje, tuvo ardiente deseo de comer carne a manera de los egipcios, y contagió con sus apetitos a los israelitas. Esto explica una vez más el empeño que Dios mostraba en evitar que el pueblo escogido se mezclase con los paganos. Véase Éxodo 12, 38 y nota.
Mas sucedió que la gente adventicia que iba en medio del pueblo tuvo un vehemente deseo; y también los hijos de Israel volvieron a llorar, diciendo: “¡Quién nos diera carne que comer!
5Se nos vienen a la memoria el pescado que de balde comíamos en Egipto, los cohombros, los melones, los puerros, las cebollas, los ajos. 6¡Mas ahora, seca esta ya nuestra alma, y no vemos sino este maná!” 7
7. Véase: Éxodo 16, 31 ss.
Era el maná semejante a la semilla de cilantro, y su color como el color de bedelio.
8El pueblo solía desparramarse para recogerlo; lo molían en molinos, o lo majaban en morteros y lo cocían en ollas, o hacían de él tortas; y era su sabor como el sabor de buñuelos amasados con aceite. 9Cuando de noche descendía el rocío sobre el campamento, descendía el maná juntamente con él.

Moisés implora el auxilio del Señor

10Oyó Moisés al pueblo que se lamentaba en sus familias, cada cual a la entrada de su tienda. Se encendió entonces la ira de Yahvé en gran manera; y también a Moisés le pareció muy mal. 11
11 ss. Esta queja de Moisés es más bien una plegaria. El gran profeta ofrece su vida, porque no se cree capaz de soportar el cargo que Dios le ha confiado. Comentando este desahogo del fiel profeta expone San Agustín que los llamados al ministerio pastoral no cumplen fielmente con las obligaciones de su cargo cuando se entregan al reposo; deben, al contrario, hacer frente a los errores y pasiones de los hombres. Israel tenía ya sus capitanes y tribunos (Éxodo 18, 17 s.), pero solamente para atender a los asuntos administrativos y militares. Los asuntos importantes, especialmente los que se referían a la relación del pueblo con Dios los atendía Moisés mismo, y para ello necesitaba de los ancianos, como colaboradores.
Y dijo Moisés a Yahvé: “¿Por qué tratas tan mal a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia a tus ojos y has echado sobre mí el peso de todo este pueblo?
12¿Acaso soy yo quien he concebido todo este pueblo? ¿Soy yo quien lo ha dado a luz, para que me digas: «llévalo en tu regazo», como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que juraste dar a sus padres? 13¿Dónde tomo yo carne para dar a toda esta gente que llora delante de mí, diciendo: Danos carne que comer? 14Yo no soy capaz de soportar solo a toda esta gente, pues es demasiado pesado para mí. 15Si me tratas así, quítame más bien la vida, si es que he hallado gracia a tus ojos, para que no vea yo esta mi desdicha.”

Los setenta ancianos

16Entonces dijo Yahvé a Moisés: “Reúneme setenta hombres de los ancianos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y jefes del mismo; los conducirás al Tabernáculo de la Reunión, donde se queden contigo. 17
17. Tomaré del Espíritu que está sobre ti: No hay duda, pues el mismo Dios lo dice, que el Espíritu Santo obraba en Moisés. En su manera de gobernar al pueblo y atender los asuntos administrativos y judiciales de la gente, le asistía el Espíritu Santo. Esto arroja nueva luz sobre el poder civil, que también viene de Dios, como lo confirma San Pablo: “No hay potestad que no esté bajo Dios, y las que hay, han sido ordenadas por Dios” (Romanos 13, 1). Dios dijo a Moisés que tomaría de su Espíritu para ponerlo sobre los ancianos, “a fin de que lleven juntamente contigo la carga del pueblo y no la lleves tú solo.” Ahora bien, ¿cómo llevaba Moisés la carga del pueblo? “El mismo Moisés nos lo hace saber en otro lugar: «El pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen alguna querella vienen a mí, y yo me pronuncio entre ellos, haciéndolos saber los mandatos de Dios y sus leyes» (Éxodo 18, 15 s.). Esto mismo era, por lo tanto, lo que aquellos setenta ancianos hacían movidos por el Espíritu que Dios puso en ellos, y que la Biblia llama profetizar” (Enciso, Estud. Bibl. 1946, p. 373). Cf. v. 25 y 26. De ahí que los ancianos no comenzaran su actividad anunciando lo futuro, sino que su misión “profética” consistió en ayudar a Moisés en el gobierno del pueblo; con miras a su misión les fue dado el Espíritu que les capacitaba para gobernar en conformidad con Moisés. También San Pablo toma el don de la profecía en un sentido más amplio cuando dice: “El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consuelo” (I Corintios 14, 3). Esto no impide sospechar que los ancianos al tomar posesión de su nuevo cargo, se hayan, tal vez, entregado a transportes extáticos, “pero no volvieron a hacerlo” (v. 25).
Yo descenderé y hablaré allí contigo; y tomaré del Espíritu que está sobre ti, y lo pondré sobre ellos, para que lleven juntamente contigo la carga del pueblo y no la lleves tú solo.
18
18 ss. De suyo no es cosa mala comer carne. Todos los pueblos se alimentan con carne y Dios no lo prohibió en ninguna época de la historia, aunque algunos lo afirman, fundándose en Génesis 1, 29 s. y 9, 3. Aquí, empero, se trata de una cuestión de honor, más aún de la recta espiritualidad. Los que tienen náusea del pan celestial, proporcionado por Dios todos los días, ofenden con ello al dador, lo desprecian y lo desechan (v. 20). Su conducta es la de hijos desagradecidos y faltos de amor. Solamente así se comprende el resentimiento de Dios expresado en el v. 20. Estos ingratos son figura de los que desprecian el pan del cielo, que es Cristo. De ahí el tremendo castigo (v. 33).
Y dirás al pueblo: Santificaos para mañana, pues comeréis carne, ya que habéis llorado a oídos de Yahvé, diciendo: ¡Quién nos diera carne que comer! Mejor nos iba en Egipto. Ahora Yahvé os dará carne que comer.
19La comeréis no solo un día, ni dos días, ni cinco, ni diez, ni veinte, 20sino durante todo un mes, hasta que os salga por las narices y os cause repugnancia; por cuanto habéis desechado a Yahvé que está en medio de vosotros, y habéis llorado ante Él, diciendo: ¿Por qué hemos salido de Egipto?” 21Respondió Moisés: “Seiscientos mil hombres de a pie cuenta el pueblo en cuyo medio estoy; y Tú dices: ¡Yo les daré carne para que coman durante todo un mes! 22¿Por ventura se puede degollar para ellos ganado menor y ganado mayor que les baste? ¿O pescar para ellos todos los peces del mar para abastecerlos?” 23Yahvé replicó a Moisés: “¿Acaso se ha acortado la mano de Yahvé? Ya verás si se te cumplirá o no mí palabra.” 24Luego Moisés salió y refirió al pueblo las palabras de Yahvé, y reunió de los ancianos del pueblo setenta hombres, a los cuales colocó en torno al Tabernáculo. 25
25. Véase v. 17 y nota. No volvieron a hacerlo . Así también los Setenta. La Vulgata dice al revés: no cesaron de allí en adelante. La institución de los ancianos se mantuvo hasta los tiempos de Cristo, aunque en forma modificada. En tiempos de Jesucristo el Sanedrín, o Gran Concilio, se componía de “los jefes principales, los escribas y los ancianos”.
Y Yahvé bajó en la nube y habló con él; y tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo puso sobre los setenta ancianos, los cuales cuando se posó sobre ellos el Espíritu profetizaron, pero no volvieron a hacerlo.

Eldad y Medad

26Mas dos de ellos, uno llamado Eldad, y el otro Medad, se habían quedado en el campamento, y sin embargo se posó sobre ellos el Espíritu —estaban en la lista, pero no habían ido al Tabernáculo— y profetizaron en el campamento. 27Corrió un mozo a dar aviso a Moisés, diciendo: “Eldad y Medad están profetizando en el campamento.” 28Entonces Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés desde su juventud, tomó la palabra y dijo: “Señor mío Moisés, hazles callar”; 29
29. ¡Ojalá que todos... fuesen profetas! Admiremos esta libertad de espíritu, que no pretende monopolizar el don de Dios. De la misma manera se expresa el Apóstol respecto de los gentiles en varias ocasiones. En la Carta a los Corintios exhorta a los cristianos a codiciar el don de la profecía (I Corintios 14, 39); a los Tesalonicenses les dice: “No apaguéis el Espíritu” (I Tesalonicenses 5, 19), y en la Epístola a los Filipenses excusa a los que predican a Cristo por “emulación”, y se consuela con el pensamiento de que Cristo es predicado, aunque “con pretexto” (Filipenses 1, 17 s.). El más hermoso ejemplo de libertad espiritual nos lo dio Jesús en Marcos 9, 38 s. Cuando los discípulos le dijeron: “Maestro, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre, y el tal no nos sigue, por lo que se lo impedimos, porque no anda con nosotros”, les dijo Jesús: “No se lo impidáis, porque nadie, haciendo milagro en mi nombre será luego capaz, de hablar mal de mí”. Cf. Lucas 9, 54 s.
Moisés le respondió: “¿Estás celoso por mí? ¡Ojalá que todos del pueblo de Yahvé fuesen profetas y derramara Yahvé su Espíritu sobre ellos!”
30Después Moisés se retiró al campamento, él y los ancianos de Israel.

Dios manda codornices

31Comenzó a soplar un viento de Yahvé, que trajo codornices desde el Mar, y las hizo volar sobre el campamento, a solo dos codos de altura sobre la tierra, en la extensión de una jornada de camino por una parte, y de una jornada de camino por la otra, alrededor del campamento. 32
32. Véase Éxodo 16, 12 s.; Salmo 77, 26 ss.; 104, 40. Diez gómor son 3.644 litros, cantidad suficiente para alimentar una familia durante todo un año.
Todo aquel día, y toda aquella noche, y todo el día siguiente, estuvo levantado el pueblo, y recogieron codornices: el que menos, recogió diez gómor; y las extendieron en los alrededores del campamento.

33
33. El nombre del lugar significa: Sepulcros de la concupiscencia. Véase v. 3 y nota.
Todavía tenían la carne entre sus dientes, y no habían aún acabado, cuando la ira de Yahvé se encendió contra el pueblo e hirió Yahvé al pueblo con una plaga muy grande.
34Y fue llamado aquel lugar Kibrot- Hataavá; porque allí enterraron a la gente codiciosa (de carne). De Kibrot-Hataavá partieron para Haserot; y se quedaron en Haserot.
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