‏ Wisdom of Solomon 12

Longanimidad de Dios

1
1. En griego: porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Quiere decir que Dios no solo crea sino también mantiene todas las cosas por su poder. Véase Salmo 103, 29 s. y nota.
¡Oh, cuan benigno y suave es, oh Señor, tu espíritu en todas las cosas!

2
2. He aquí todo un capítulo de vida espiritual que nos descubre la pedagogía de Dios para con nosotros (véase versículos 25 y siguientes). “Las almas inspiradas e iluminadas por el Espíritu Santo se elevan a la espiritualidad, se convierten en templo, en mansión de las gracias del Espíritu Santo, y aun en mansión del mismo Espíritu Santo y hacen descender su gracia sobre los demás” (San Basilio).
De aquí es que a los que andan perdidos Tú los castigas poco a poco; y los amonestas por las faltas que cometen, y les hablas, para que, dejada la malicia, crean en Ti, oh Señor.

Castigo de los cananeos

3Porque Tú miraste con horror a los antiguos moradores de tu tierra santa;

4pues hacían obras detestables a tus ojos con hechicerías y sacrificios impíos,

5
5. Bover-Cantera, quien traduce del griego, da a este versículo la siguiente versión: por sus homicidios despiadados de sus hijos, banquetes canibalescos de carnes humanas y de sangre, a esos iniciados salidos de en medio de una bacanal. Los cananeos inmolaban a sus propios hijos (Levítico 18, 21; Deuteronomio 12, 31; 18, 10; IV Reyes 3, 27). Dios enseña muchas veces su horror por esas cosas (Jeremías 7, 31; 19, 5; IV Reyes 3, 27; 16, 3; Jueces 11, 35). De ahí que Él mismo ordenó (versículo 6) el exterminio de esos pueblos (Números 33, 51-56; Deuteronomio 20, 17; Salmo 77, 54). En medio de tu sagrada tierra; literalmente: en medio de tu juramento, es decir, en la tierra que por medio del juramento hecho a Abrahán estaba dedicada al culto Tuyo.
matando sin piedad a sus propios hijos, y comiendo las entrañas humanas, y bebiendo la sangre en medio de tu sagrada tierra.

6A estos padres, procreadores de aquellas criaturas abandonadas, los quisiste hacer perecer por medio de nuestros padres;

7a fin de que la tierra, de Ti la más amada de todas, recibiese una digna colonia de hijos de Dios.

8
8. Véase Éxodo 23, 28; Deuteronomio 7, 20. Josué 24, 12.
Mas aun a estos, por ser hombres, les tuviste compasión, y les enviaste avispas, a manera de batidores de tu ejército, para que los exterminasen poco a poco.

9No porque no pudieses someter, a mano armada, los impíos a los justos, o exterminarlos de una vez por medio de bestias feroces, o con una severa palabra;

10
10. ¡Cuántos acontecimientos de la historia antigua y moderna podrían explicarse a la luz de esta revelación! Cf. I Corintios 5, 5.
sino que castigándolos poco a poco, dabas lugar a la penitencia; bien que no ignorabas cuan malvada era su casta, y connatural su malicia, y que no se mudarían jamás sus ideas.

11
11. Noé había maldecido a Canaán, hijo de Cam y padre de los cananeos (Génesis 9, 25). De Cam procede, como se cree, también la raza negra, que aún sufre ciertas desventajas. Pero como Dios ama a todos (ver 11, 25) no podemos dudar de que la divina bondad sabe sacar de ello también bienes espirituales, que algún día conoceremos, como puede verse en otros casos de la Escritura (cf. Romanos 8, 28; I Corintios 5, 5; II Corintios 2, 6; I Pedro 3, 20, etc.).
Pues venían de una raza maldita desde el principio; y sin que fuese por temer Tú a nadie, les dabas tregua en sus pecados.

12
12. Recojamos esta saludable lección, sin la cual nuestro natural orgullo pretende juzgar a la sabiduría infinitamente buena y se escandaliza de las Sagradas Escrituras porque la santidad que ellas enseñan no siempre coincide con nuestra opinión. En este sentido nadie produjo mayor escándalo que el Hijo de Dios cuando se hizo hombre. Véase II Corintios 10, 5; I Corintios 1, 19; Isaías 28, 9; 29, 14; 33, 18; Romanos 9, 20; Job 42, 3; Eclesiastés 6, 25 s.; Mateo 11, 6; 24, 10.
Porque quién te dirá a Ti: ¿Por qué has hecho eso? ¿O quién se opondrá a tus juicios? ¿O quién se presentará ante Ti para defender a hombres malvados? ¿O quién te hará cargos por haber exterminado las naciones que Tú creaste?

13Porque no hay otro Dios sino Tú; que de todas las cosas tienes cuidado, para demostrar que no hay injusticia en tus juicios.

14No hay rey ni príncipe delante de Ti que pueda pedirte cuenta de aquellos que Tú has hecho perecer.

15
15. Dios no obra nunca contra la justicia, aunque sí más allá de la justicia, esto es, con misericordia (Santo Tomás). No podemos, pues, decir que sufrimos injustamente, ni aun en las guerras. Es un arcano que solo Dios conoce.
Siendo como eres justo, dispones todas las cosas justamente; y crees ajeno de tu poder el condenar a aquel que no merece ser castigado.

La razón de la indulgencia del Señor

16
16. No como hombres, los cuales cuando son poderosos suelen violar los derechos del prójimo (versículo 19).
Pues tu poder es el principio de la justicia; y por lo mismo que eres el Señor de todas las cosas, eres con todos indulgente.

17
17. Que no te reconocen: en griego: que no lo conocen, esto es, que sabiendo tu poder te desobedecen. El primer hemistiquio alude especialmente a los príncipes paganos (Éxodo 5, 2; IV Reyes 18, 35; II Macabeos 9, 4). El segundo a todos nosotros.
Muestras, empero, tu poder, cuando no te creen soberanamente poderoso, y confundes la audacia de aquellos que no te reconocen.

18Pero como Tú eres el soberano Señor, juzgas sin pasión, y nos gobiernas con moderación suma; teniendo siempre en tu mano el usar del poder cuando quisieres.

19
19. El justo debe ser humano: Profunda meditación para el que se sienta irreprensible como el hermano mayor en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 29 s.), o como el fariseo del Templo (Lucas 19, 9), y en nombre de la moral se muestra implacable con los caídos. Para estos últimos vino especialmente Jesús. Véase Mateo 18, 11; 21, 31; Luc. 19, 10. Un dramaturgo moderno ha fustigado bajo el título de “malhechores del bien”, a los que incurren en crueldad so pretexto de beneficencia.
Por esta tu conducta has enseñado a tu pueblo que el justo debe también ser humano, y has dado a tus hijos buenas esperanzas, puesto que cuando los juzgas por sus pecados, dejas lugar a la penitencia.

20
20. Sobre esta suavidad de Dios, véase por ejemplo lo que nos revela San Pedro acerca de los que murieron en el diluvio (I Pedro 3, 19 s.; Génesis 8, 21). “Dios, dice San Agustín, ha amado al impío a fin de hacerle justo; ha amado al enfermo a fin de curarle; ha amado al perverso para volverlo a traer al buen camino; ha amado al que había muerto para devolverle la vida.”
Pues si a los enemigos de tus siervos, y reos de muerte, los castigaste con tanto miramiento, dándoles tiempo y comodidad, para que se arrepintiesen de su malicia;

21¿con cuánto cuidado juzgarás a tus hijos, a cuyos padres hiciste grandes promesas con juramentos y pactos?

22
22. “¡Admiremos este amor que no castiga para vengarse ni para aterrorizar, sino para dar lugar a la misericordia!” Este privilegio de Israel es mayor aún en los cristianos, para quienes Jesús instituyo misericordiosamente el Sacramento de la Penitencia. De ahí la admonición de San Pablo en Romanos 11, 22.
Así cuando a nosotros nos das alguna corrección, a nuestros enemigos los castigas de mil maneras; para que reflexionando consideremos tu bondad, y cuando nos hagas experimentar tu justicia, esperemos en tu misericordia.

23
23. Por medio de aquellas cosas: De ahí el refrán: In quo quis peccat, in eo punietur. Cf. 11, 17 y nota.
Por la misma razón a esos otros, que vivieron como insensatos e injustos, les hiciste sufrir horribles tormentos por medio de aquellas cosas que adoraban.

24
24. Alusión a los egipcios, que adoraban cocodrilos, ranas, moscas, etc. que vinieron a convertirse en plagas para Egipto (11, 16; Romanos 1, 23).
Así es que anduvieron largo tiempo extraviados por la senda del error, creyendo dioses a las creaturas más viles entre los animales, y viviendo como niños, sin ningún juicio.

25Por lo mismo les diste un castigo, a manera de escarnio, como a muchachos sin seso.

26
26 s. Vemos una vez más la preocupación de Dios por evitar castigos (versículo 2). Un castigo digno de Dios: la terrible muerte de los primogénitos y finalmente la destrucción del ejército egipcio en el Mar Rojo.
Mas los que no se corrigieron con escarnios y reprensiones, vinieron a experimentar un castigo digno de Dios.

27Porque irritados de lo que padecían, y viéndose atormentados por las mismas cosas que creían dioses, y que ellas eran su ruina, reconocieron ser el verdadero Dios Aquel a quien en otro tiempo negaban conocer. Por lo cual descargó al cabo sobre ellos la condenación final.
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